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La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

La guía útil de los retretes más estrechos de los bares de Sevilla

Tienen su encanto, suponen un desafío a las leyes del espacio, obligan a complejas maniobras y alguno hasta tiene lavabo

La taberna de Peregil en la calle Mateos Gago.

La taberna de Peregil en la calle Mateos Gago. / M. G. (Sevilla)

Abonados estamos al nuevo periodismo (¿He dicho periodismo?) que nos tiene al día de las diez mejores ensaladillas, los diez bañadores de moda para el próximo verano, las cinco peluquerías más baratas para el peinado de flamenca de cara a la Feria, los mejores sitios para comer torrijas, los diez bares que un andaluz debe visitar en Madrid, los errores que nunca se deben cometer en una cena en casa de unos amigos... Dicen que la información de servicios es la que genera más interés. Pues hagamos caso a los doctores que tiene esta nueva iglesia y hagamos... información de servicios. O, mejor dicho, de retretes. Nadie usa ya el vocablo retrete como tampoco se emplea el del locum, denominación usada en tiempos por el Cabildo para indicarle a los nazarenos dónde podían hacer sus necesidades en la Catedral, que era entrando por la Puerta de San Miguel a la derecha. El retrete ha sido sustituido por el servicio, el baño, el aseo o el urinario. En Sevilla tenemos tabernas con retretes donde hay que demostrar gran pericia para entrar, cerrar la puerta, maniobrar en el interior para cumplir con la función para la que está concebida la dependencia, volver a maniobrar, dar el giro de 180 grados para encarar la salida, abrir el pestillo y salir airoso del trance.

La taberna de Peregil en Mateos Gago, el Blanco Cerrillo de José de Velilla, el Cateca junto a la Campana, el Tremendo de Santa Catalina, Casa Moreno de Gamazo, la Fresquita frente a la Parroquia de Santa Cruz, el Eme de la Puerta Osario que reabrirá el Miércoles de Ceniza, el Quitapesares de la plaza Fray Jerónimo de Córdoba, el Vizcaíno de la Plaza de los Carros... Hay todo un catálogo de retretes donde uno tiene que desafiar las leyes del espacio, sentirse agobiado como un elegante nazareno de la Carretería cuando los dos pasos han entrado en la capilla y parece no caber nadie, pero caben todos. También hay pequeños retretes que perdimos, dicho sea a lo Romero Murube, como el de Casa Pepe en Boteros, que el otro día reabrió por unas horas y pudimos comprobar que seguía igual, intacto como el despacho de Manolete, sin reformas agresivas como una Alhambra de la hostelería hispalense. Los bares pequeños son los que tienen más fieles partidarios, incluso verdaderos parroquianos, porque parte del precio del triunfo en Sevilla es dejar a gente fuera.

Un retrete pequeño es aquel en el que cuesta trabajo cerrar la puerta hasta el punto de que usted mismo, por evidentes leyes de la física y el factor de la presión corporal, se convierte en el mejor pestillo. Algo tienen cuando siempre se vuelve. Y alguno hay hasta con un pequeño lavabo, lo cual es un problema si calcula mal al darse la vuelta y abre sin querer el grifo.

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