La ciudad y los días
Carlos Colón
Montero, Sánchez y el “vecino” Ábalos
El final del curso político, allá por los primeros días de agosto, llegó con más cansancio del habitual. Tanto que los dos principales partidos del país, PP y PSOE, coincidieron en que había que “respetar” las vacaciones y no molestar a los ciudadanos. Acordaron así abandonar la crispación y tener unas vacaciones tranquilas para todos; ambos partidos reconocían que estaban provocando no sólo desapego de la política, sino también hastío y cansancio, dos de las principales causas del auge de los extremismos.
Pero no han sido capaces de cumplir sus buenos propósitos, ni siquiera cuando beneficiaba a los dos partidos que, hoy por hoy, representan a una inmensa mayoría de los ciudadanos. Y la ruptura de este acuerdo pactado en voz baja en los pasillos del Congreso se ha producido, además, en un asunto capital como es la seguridad de las personas y la lucha contra los incendios forestales. Las discrepancias políticas se vuelven ilegítimas cuando se ponen por delante de asuntos tan relevantes como la desgraciada oleada de incendios que ha asolado el país.
Cuando los responsables institucionales se dedican a insultarse mientras los ciudadanos ven cómo se queman sus montes, sus casas o su ganado, está claro que no sirven para lo que éstos los han elegido. Y, encima, los problemas pendientes, las reformas por hacer o los cambios estructurales que se han ido posponiendo en las semanas de agosto siguen en el mismo sitio.
El curso político ha empezado con las mismas polémicas que lo dejamos en su cierre: con las urnas más presentes que nunca y acusaciones de trazo grueso que molestan al ciudadano y no resuelven ningún problema, ni sanitario, ni de dependencia, ni de educación. Y, si hasta ahora teníamos sensación de enfrentamiento estéril, a partir de ahora viviremos en una permanente campaña electoral. Habrá que ver si en las sedes de los principales partidos alguien ha tenido tiempo de reflexionar para cambiar el paso. Las instituciones y quienes las dirigen tienen como primera obligación defender la estabilidad social y la convivencia de sus administrados. Y la crispación sólo sirve para generar desafección y desconfianza. Los ciudadanos tenemos derecho a exigir a nuestros dirigentes que se centren en las cosas de comer y se dejen ya de tonterías.
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