La ciudad y los días

carlos / colón

La hora del lobo

SE desploman el PP y el PSOE. Que lo haga el PP es lógico, si se suman las duras medidas que ha tomado para afrontar la crisis y el caso Bárcenas. Pero que lo haga el PSOE no responde a esa lógica inmediata que suele funcionar en las encuestas, penalizando a quien gobierna, sino al recuerdo de la catástrofe Zapatero, la alarma ante la fractura del partido, el desgaste de Rubalcaba y el eco de escándalos de corrupción.

Se quiebra la confianza en los dos partidos que se turnan en el poder desde 1982. Este desplome beneficia moderadamente a IU y UPyD, pero ninguno de los dos está preparado para asumir el Gobierno en el muy improbable caso de que, como sucedió en Italia, se produjera un colapso de los dos grandes partidos. Y no se olvide que allí no sólo se hundieron y desaparecieron el Partido Socialista y la Democracia Cristiana, sino también el poderoso Partido Comunista. Después vinieron los Berlusconi y los Grillo: la caída de los partidos históricos es la hora de los demagogos.

Mientras esto sucede la Monarquía se sigue desangrando del aprecio ciudadano desde que fue suspendida por primera vez en la encuesta del CIS en octubre de 2011. Entre los jóvenes que no habían vivido la Transición su caída se inició en 2006. Desde entonces Botsuana, Urdangarín y Corina han empeorado las cosas.

No es justo que Bárcenas y su trama de corrupción haga tambalearse al PP que con enorme esfuerzo democratizó y centró la derecha española. No es justo que el error Zapatero, las ambiciones personales y el furor nacionalista hagan tambalearse al PSOE, un partido con más de un siglo de historia al que también hay que agradecer que centrara a la izquierda española, integrándola en la social democracia europea. No es justo que el caso Urdangarín y el esperpento de Corina hagan que se tambalee la monarquía parlamentaria que ha presidido el período de mayor progreso y libertades de nuestra atormentada historia. Los tres han cometido gravísimos errores, amparado sinvergüenzas y creído impunes. Deben responder ante los tribunales, los electores y los ciudadanos. Pero no se trata de hundir el barco, sino de salvarlo. El delicado momento que vivimos -crisis institucional incrustada en la económica- exige una gran responsabilidad social y mediática. Hay demasiados demagogos, sans culottes, aventureros u oportunistas que esperan sacar tajada de este desgaste a costa de la estabilidad de la nación.

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