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La tribuna

/ León Lasa

l a insoportable fragilidad del fútbol

CRISIS, qué crisis? Como en aquel inolvidable álbum del grupo Supertramp, uno, cuando en estos tiempos de penuria oye hablar de las mareantes cifras que en fichajes y contrataciones mueven todavía algunos clubes de fútbol, no puede evitar preguntarse si verdaderamente eso que llaman crisis ha llegado también al deporte del balón. La respuesta comienza a ser unánime. Y lo peor no es que el tiempo de las vacas flacas haya alcanzado a un espectáculo que parecía blindado a cualquier contratiempo, sino que -como ha ocurrido con empresas, familias y administraciones- a muchos de sus protagonistas les ha cogido arrastrando una deuda descomunal. Hay pocas cosas más fáciles de hacer en una sociedad capitalista que gastar sin control. Una de ellas es gastar sin control dinero ajeno, sin tener prácticamente ninguna responsabilidad, y sin "la diligencia del buen padre de familia". Estamos de acuerdo en que el fútbol no es únicamente un deporte o un negocio, sino también, como se viene diciendo, una fábrica de ilusiones, de sueños. Pero, y éste ha constituido un tremendo error de gestión en los últimos ejercicios, no puede primar lo deportivo sobre lo económico si queremos que nuestro club sea solvente y, en definitiva, perviva a medio y largo plazo. En este sentido, la reciente STS de 23 mayo de 2013, (RJ 2013/3708) ratificando la calificación de culpable el concurso de la Real Sociedad, indica: "El acuciante deseo de obtener éxitos en el campeonato -con la contratación de nuevos futbolistas- no puede explicar las desviaciones presupuestarias, tanto más si es notorio que los buenos resultados deportivos no son incompatibles con un dirigente rigor en dicha materia": y añade que hay que tener en cuenta que el administrador de una sociedad, incluso en un mercado tan difícil como el fútbol de competición, debe desempeñar el cargo con la prudencia de un empresario ordenado, y no se comporta así sino con grave negligencia quien gasta más de lo que puede.

Liga estrellada. Hace algunas semanas, el prestigioso diario The New York Times se hacía eco de la preocupante situación económica de la Liga en un artículo de tintes oscuros. En él, como elemento destacado, se señala que, al mismo tiempo que se ficha a Neymar por una cantidad desorbitada, los clubes españoles en su conjunto deben más de 4.000 millones de euros, de los cuales casi 700 se adeudan a la autoridad tributaria. Un despropósito. Como también es cierto que, si aspiramos a una competición justa en igualdad de armas, las distintas administraciones deberían dejar de apoyar económicamente a los clubes más cercanos directa o indirectamente. No es de recibo que, al mismo tiempo que se recorten prestaciones esenciales, la Generalitat valenciana avalara la deuda de 86 millones de euros de la fundación del club con Bankia. Según el profesor Gay de Liébana, referente mediático de la materia, salvando al Real Madrid, al Barcelona y al Athletic, el resto de equipos corre serio peligro de desaparecer si no se hacen las cosas con mediano criterio financiero. No soy imparcial en ello, pero el modelo que defiendo para los clubes que no pueden competir hoy por hoy por el campeonato no es otro que el del Athletic de Bilbao: cantera, jugadores formados desde pequeños en la institución, vinculados -eso sí- con contratos que recojan indemnizaciones por formación en caso de que lleguen los cantos de sirena.

La televisión. El éxodo de jugadores españoles a la Premier durante el verano ha alcanzado cotas inimaginables. Nuestros clubes, salvo Madrid y Barcelona, no pueden competir con los ingleses. La principal responsabilidad de que ello sea así, además de otras variantes menores, recae en la forma sangrante en la que se reparten los derechos televisivos, que constituye, con mucho, la principal fuente de ingresos de los equipos. A diferencia de lo que ocurre en otras ligas mayores, en España la negociación de los derechos es individual, por club, con un reparto final enormemente desigual. Entre el Madrid y el Barcelona se embolsan el 54% de los beneficios de los derechos televisivos, mientras que el más rico de los ingleses, el United, apenas supera el 10%. Aunque también es verdad que nuestra liga factura (647 millones) la mitad que la Premier (1300 millones). Si se continúa así, a la larga la competición perderá atractivo -ya lo está haciendo- y emoción ante la diferencia sideral entre esos dos equipos y el resto. Que clubes como la Real, el Athletic o el Dépor (a punto de desaparecer) ganen hoy en día campeonatos suena a cuento de hadas, pero no lo fue hasta hace relativamente poco. Un poco más de igualdad o esto se va al garete, lo que, por otra parte, perjudicaría sobre todo a los dos grandes.

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