Tomás garcía Rodríguez

Doctor en Biología

Un magnolio besa la Catedral

Su lugar de plantación, a finales de los años treinta del pasado siglo, nunca fue el adecuado

Es un bello y emblemático recodo. Entre las puertas de San Miguel y del Príncipe de la Catedral, sobrevive a duras penas un egregio magnolio que difunde sus escasas pero espléndidas flores blancas y su excelso aroma a limón a los aires estivales sevillanos. Recientemente, se acometieron diversas acciones de mejora -entre ellas, la ampliación de su alcorque- para evitar el rápido envejecimiento que manifiesta este símbolo monumental desde largo tiempo. Su lugar de plantación, a finales de los años treinta del pasado siglo, nunca fue el adecuado, pues recibe muchas horas de sol intenso que no son apropiadas para esta especie -Magnolia grandiflora- y ha sufrido los estragos de la contaminación durante décadas. A pesar de ello, aún muestra una simbólica floración que parece el humilde reconocimiento de la planta a las labores de conservación emprendidas, resistiéndose a abandonar su relación sentimental con los sillares centenarios del templo mayor hispalense.

Los magnolios son árboles de crecimiento lento que integraron bosques húmedos desde épocas primigenias, conservándose fósiles con veinticinco millones de años en algunas de sus especies, siendo la que nos ocupa originaria del sudeste de los Estados Unidos. Anclados en el pasado desde el punto de vista evolutivo, con flores sin pétalos ni sépalos y sistemas arcaicos de polinización, son longevos en su medio natural, aunque una vejez prematura los acecha si no son bien tratados en los agresivos ambientes urbanos. Se estima que el espécimen asociado a la catedral presenta un nivel ocho sobre diez en la Escala de Desarrollo de Raimblaut, reveladora del estado real de la planta, lo cual supone que manifiesta un envejecimiento superior al que debiera corresponderle por sus ochenta años de edad, pues superan el siglo en dignas condiciones. El objetivo a alcanzar es el de ralentizar su deterioro y prolongar su permanencia en este rango el mayor tiempo posible antes de pasar a las dos fases finales, que desembocan en un rápido proceso de marchitamiento.

Este fascinante ejemplar de una de las plantas más hermosas que pueblan nuestras plazas y jardines se ha mantenido en pie, orgulloso en su constancia, necrosado en su ápice, resistiendo los embates del medio y de la incomprensión humana en un enclave mágico entre la majestuosa Catedral y el valioso Archivo de Indias, antigua Lonja de Mercaderes. El singular magnolio nos ofrece aún la perenne belleza de sus brillantes hojas y nos reconforta en verano con sus voluptuosas flores y sus artísticas infrutescencias en forma de piña, por lo que merece nuestro apoyo, cuidado y cariño...

"En el bosque, de aromas y de músicas lleno,/ la magnolia florece delicada y ligera,/.../ cual copo de espuma sobre lago sereno./.../ No se sabe si es perla, no se sabe si es llanto./ Hay entre ella y la luna cierta historia de encanto,/.../ porque es pura y es blanca y es graciosa y es leve,/ como un rayo de luna que se cuaja en la nieve"

José Santos Chocano.

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