La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

El mal ha ganado

En la cumbre de las mentiras sobre el aborto está la eurodiputada que dijo: “el aborto no mata, salva vidas”

El pasado jueves, tras el precedente francés de incluirlo en la Constitución, el Parlamento Europeo aprobó por 336 votos a favor, 163 en contra y 39 abstenciones dirigir una petición a los países miembros para incluir el derecho al aborto en la Carta de los Derechos Fundamentales europeos, eliminando la objeción de conciencia y las ayudas a los grupos de defensa de la vida.

No se trata de defender la despenalización del aborto como una medida traumática y transitoria que el avance de la responsabilidad sexual reduciría al mínimo, reconociendo el fracaso de la educación sexual. Se trata, por el contrario, de considerarlo un derecho conquistado que garantiza la libertad de la mujer para decidir sobre su propio cuerpo (callando que afecta a otro cuerpo al que se mata) y su libre elección de la maternidad (callando que esta, en una sociedad sexualmente educada y responsable, la garantizan los métodos anticonceptivos). Un derecho, dicen, solo no reconocido por las fuerzas retrógradas de la derecha más reaccionaria, la extrema derecha y la Iglesia.

Las muchas mentiras que sobre esta cuestión se han repetido se han convertido en verdades. Según Manon Aubry, eurodiputada de Francia Insumisa: “El derecho al aborto no es una cuestión de puntos de vista. Se trata de un derecho humano. No, el derecho al aborto no es una cuestión controvertida. Se trata de una libertad fundamental. No, el derecho al aborto no mata. Al contrario, salva vidas”. Si se llega al extremo fanático de negar que se mata una vida, es que todo está perdido. Ya puede la Iglesia hacer pública su declaración Dignitas infinita, cuya lectura les recomiendo, insistiendo en que “la aceptación del aborto en la mentalidad, en las costumbres y en la misma ley es señal evidente de una peligrosísima crisis del sentido moral, cada vez más incapaz de distinguir entre el bien y el mal, incluso cuando está en juego el derecho fundamental a la vida”. Ya pueden los obispos europeos recordar que el aborto no puede ser un derecho fundamental porque “el derecho a la vida es el pilar fundamental de todos los demás derechos humanos, especialmente el derecho a la vida de los más vulnerables, frágiles e indefensos, como el niño no nacido en el vientre de la madre, el emigrante, el anciano, la persona con discapacidad y los enfermos”. Mantienen encendida la luz que brilla en la tiniebla, pero nada lograrán. El mal ha ganado.

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