Las meadas de Jesús del Gran Poder

De madrugada, a la salida de la Holiday, todo son gritos, orines y vómitos a modo de desagradables 'kilims'

No se soliviante el sevillano pueblo. No queremos decir que el portento de Juan de Mesa haya dado lugar al milagro de una bendita micción, igual que el Cristo de un remoto lar del Macondo colombiano, del que se decía que derramaba sangre sobre la cruz. Hablamos de la larga calle así llamada, Jesús del Gran Poder, que parte de la Gavidia y el Duque y acaba, tras una estimable andada, hasta la embocadura de la Alameda de Hércules por Calatrava.

Igual que otras calles del pausado entorno de San Vicente, Jesús del Gran Poder traza un largo eje sobre el centro histórico de Sevilla. Desde los cielos que perdimos sorprende esta planimetría de calles insobornablemente rectas, sobre todo si se tiene en cuenta la abigarrada almendra del casco histórico de la ciudad. De él nos gusta decir, con algo de tonto pavoneo, que es uno de los más grandes de Europa, comparable al de Praga.

Leemos ahora que los vecinos de la calle Jesús del Gran Poder andan hartos de su situación. En los soportales de los primeros números han de lidiar con okupas, indigentes y asociales poco dóciles. Suelen pasar las noches en estos parapetos, renunciando a los servicios sociales, que les exigen normas y civilizados horarios. Estos vecinos llevan años denunciando el panorama a la supuesta policía de barrio (gritos, flautines de madrugada, hedores, alcoholismo agresivo). Por eso sorprende tanta sordina en el director del Distrito Centro, un tal José Antonio Fernández, quien dice no tener constancia de queja alguna sobre la situación. Oiga, ¿es usted director del Distrito Centro o ejerce de ángel custodio del Parque Alcosa?

Es de suponer que el burócrata tampoco sabrá nada de las quejas de los vecinos de los números aledaños a la discoteca Holiday, entre Santa Ana, Hombre de Piedra y la Casa de las Sirenas (tan cercano todo de aquellos "años irreparables" de Rafael Montesinos). Hace tiempo que la Holiday dejó de ser un lugar de cita del amor sénior (ese otro carrusel de los domingos por la tarde). Ahora es otro público más yogurín el que acude a este histórico local (servidor, como tantos, ha movido aquí su torpe esqueleto más de una vez). De madrugada, a la salida de la Holiday, todo son gritos, orines y vómitos a modo de desagradables kilims a la turca. A menudo se fornica con urgencia en plena calle (hay fotos que captan el romántico momento).

El nuevo alcalde, Antonio Muñoz, es vecino de la Alameda y sus cercanos compatriotas esperan de él que ponga fin a los meados de Jesús del Gran Poder. O haga espabilar a su director de distrito.

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