Morir en el centro de Sevilla

Pasan los años y se suman las muertes por causas trágicas en el mismo corazón de la ciudad

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Enrique Valdivieso habla con Manuel Marchena hace una semana en la Academia de Buenas Letras. Fue su última aparición pública.
Enrique Valdivieso habla con Manuel Marchena hace una semana en la Academia de Buenas Letras. Fue su última aparición pública. / M. G.

03 de febrero 2025 - 04:00

Es una vieja conocida que espera en cualquier esquina, cuesta, meandro, pendiente o rampa. No entiende de liturgias especiales, festividades, vísperas, novenas ni octavas. La gente se empeña en evitarla, en vivir como si no estuviera ahí, aguardando con la crueldad de un niño marginado; como si no existiera, como si fuera raro que de pronto se presentara en la fiesta de nuestros días para apagar de cuajo las luces y la música y cerrar el ambigú. Se acabó la función. Ella está en nuestras vidas, pero no queremos ni mentarla, ni mirarla, ni hacer planes que la consideren. En esta sociedad siempre dispuesta a las copas, los pésames son cada día más cortos. No tenemos en cuenta a la Canina más que el Sábado Santo. A vivir que son dos días y no nos vamos a pasar media jornada yendo al tanatorio. Pero el caso es que hay gente que trabaja un sábado y se muere un domingo, gente que está rezando un viernes una estación de un vía crucis de cuaresma y se muere un sábado, gente que está en una boda tan feliz y se muere el lunes. Pero preferimos atenderla el tiempo imprescindible. Cuando ella está siempre ahí y es verdaderamente transversal. Si tiene que aparecer en agosto, lo hará. Si tiene que sorprender debajo de un paso Semana Santa, lo hará. Si tiene que llevarse a un sacerdote mientras dice misa, lo hace y lo ha hecho.

Los años pasan. Y el recuento de muertes trágicas en el centro de la ciudad suma casos. El concejal Jiménez Becerril y su esposa en la calle Don Remondo, donde hace un frío de enero todo el año. La turista granadina que fue apuñalada una tarde de domingo del verano del 98 por un individuo apodado El Bombita. El crimen de la botellona en los Jardines de Murillo. La muerte del costalero de las Aguas en el 99. El indigente apuñalado en la Plaza Nueva una noche de viernes de 2016. Y ayer la fatalidad de don Enrique Valdivieso y su esposa encontrados muertos en su casa de la calle Mateos Gago por causas bajo investigación. La muerte es especialmente tronante cuando ocurre en el corazón de la ciudad. Estaba don Enrique la pasada semana en la Academia de Buenas Letras pronunciando un discurso sobre Pedro de Campaña... y ya no está. La muerte aguardaba en su casa, desde la que podía disfrutar de la Giralda. Allí estaba paciente, silenciosa, sin previo aviso. En el corazón del casco antiguo. Por una razón o por otra, pero allí irrumpió de pronto. Morir en el centro. El barrio conmocionado, pero en el fondo es que nadie la tiene en cuenta en las previsiones. Preferimos que nos sorprenda, cuando solo los niños tienen ese derecho. Después los adultos nos llevamos el mazazo... como niños. Las cosas pasan, pero se vive mejor en la ignorancia. Descansen en paz dos buenos vecinos que formaron a cientos de alumnos y que se toparon con la muerte en su hogar del centro de Sevilla en un fin de semana de invierno. La muerte apareció, siempre lo hace. Y deja una estampa de Valdés Leal en las conciencias.

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