Los padres de Laura Luelmo

Todo ser humano tiene derecho a preservar su intimidad, aún más si se trata de episodios tan desgraciados

La sociedad del espectáculo, como la definió Vargas Llosa, no se conforma con informar y hacerlo de forma equilibrada y respetuosa. Los programas de máxima audiencia dicen bien poco del nivel cultural y moral de una sociedad que, lejos de criticar sus iniquidades, se vanagloria de ser la del bienestar y la mejor preparada de la historia. Usando términos de otro Premio Nobel de Literatura, con demasiada frecuencia se confunde el culo con las témporas.

La información deportiva es muchas veces una prolongación de la prensa del corazón, los concursos musicales y los programas de cocina hablan más de situaciones paralelas de los participantes que de la actividad en cuestión. Todo es un espectáculo, desde la opinión del tendero de la esquina a la entrevista más grotesca y absurda. Poco se valora la noticia si no es un show, si no se acompaña del exhibicionismo más ordinario y ramplón. Ni siquiera sucesos tan desagradables como los atentados terroristas o los crímenes denominados de género están exentos de las manifestaciones más vulgares y frívolas. Es un hecho comprobado que la audiencia se eleva notablemente cuando la trasmisión de los sucesos más detestables se ejerce con tono sensacionalista y sensiblero.

En la mente de todos permanece el trato dado a la desaparición de las jóvenes de Alcácer. Hacer un espectáculo a costa del dolor ajeno fue la línea seguida por profesionales que no merecen ese nombre. Todo ser humano tiene derecho a preservar su intimidad, aún más si se trata de episodios tan desgraciados como el asesinato de Laura Luelmo. El trato dado al caso no ha sido ciertamente el mismo que recibieron las jóvenes valencianas, pero me ha llamado la atención, por encima de todo, la actitud de los familiares de Laura. Yo al menos, nunca he visto aparecer a sus padres o a familiares cercanos mostrando públicamente su dolor en los medios de comunicación. Lejos de ello, han pedido de forma reiterada el respeto al sufrimiento y que el trato que se dé al caso en los medios sea respetuoso y no les haga revivir de forma continuada la espera angustiosa, alejándose de especulaciones y comentarios públicos que solo conseguirían aumentar su dolor. Como hijo de zamoranos que soy y andaluz de nacimiento no puedo más que enviarles un abrazo a sus familiares por su dignidad y desearles que el dolor y la ausencia no les hagan perder la esperanza.

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