Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Zamiatin
En ocasiones el poder es un sillón con solo dos posiciones, como las butacas de los hospitales. Está la incómoda y la muy incómoda. No hay una tercera vía. Muchos dicen que beber del cáliz del poder es embriagarse para siempre. Depende. Conocemos personas absolutamente normales que han pasado por puestos muy importantes, han servido a la sociedad desde ministerios, alcaldías, delegaciones de urbanismo o simples concejalías, y han retomado después sus vidas con toda normalidad, muchas veces hasta con una sensación evidente de alivio. Incluso han sumado a sus trabajos nuevas actividades: escribir, pintar, servir en Cáritas Diocesana, arrimar el hombro en asociaciones civiles o eclesiásticas... Hay rachas en que vemos a nuestros dirigentes en esa butaca de hospital, nunca mejor referido el ejemplo en este caso. Y no encuentran la posición cómoda porque sencillamente no existe. Ejercer el poder es enfrentarse cada día a problemas, adversidades, enemigos, críticas y un largo rosario de penalidades. Y que recen para que no les caiga una tragedia. Y si se produce, que nos le cojan en una sobremesa. Nadie obliga a nadie a sentarse en esos asientos. La clase política es necesaria. Si alguno lo prefiere, incluso un mal necesario. Una sociedad sin políticos está condenada al caos.
El presidente de la Junta de Andalucía tiene dos problemas evidentes. La sanidad en general, con un asunto grave y delicado como el detectado en los cribados del cáncer de mama. Y el contexto de una España donde no se admiten matices, explicaciones, precisiones, ni aclaraciones sobre temas que se consideran dogmas sobre los que no cabe más perspectiva que la generada por el marco mental de turno. Bien es verdad que en este país no dimite nadie, que hay dimisiones que se deberían haber producido, como la de Mazón (primer responsable, pero no el único de la gestión de la DANA), y que hay otras que, cuando menos, es lógico que se pidan, como la de la actual consejera de Salud, una médico que debe estar pasando las de Caín y preguntándose quién le mandó dejar la consulta para sentarse en la butaca de las dos posiciones. No está la política para perfiles técnicos, por deseables que sean, porque los criterios de valoración (y lapidación) se basan en la estrategia de derribo, la táctica de la erosión, el oportunismo y el consumo rápido. “Dimitir sería lo fácil”, se parapeta la consejera. Y si nos paramos a reflexionar dos minutos, tiene toda la razón. Ahora no es el momento, sobre todo porque ella conoce bien el sistema sanitario y no se puede perder un minuto en una reacción urgente. El paso de los meses dirá si la consejera, al menos, ha pasado de la posición muy incómoda a la incómoda. Esas butacas curten a sus usuarios.
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