¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

La profecía de Belmonte

Hace ya mucho tiempo que una corriente mayoritaria del PSOE ha decidido abandonar la Fiesta a su suerte

Hay un capítulo especialmente estremecedor del últimamente muy citado Juan Belmonte, matador de toros, de Chaves Nogales. Nos referimos al que se titula El miedo del torero, en el que el Pasmo de Triana nos cuenta cómo se siente esos días de corrida en los que la barba crece más de lo habitual y la muerte te saluda por las mañanas con esta frase: "Ea, mocito, a levantarte e irte a la plaza a que un toro te despanzurre". Se establece así, dentro de una viejísima tradición literaria universal, un diálogo entre el caballero y la parca, en el que la segunda trata de introducir en el primero la tortura de la duda: "¿quién te dice que algún día no han de ser abolidas las corridas de toros y desdeñada la memoria de sus héroes? Precisamente, los gobiernos socialistas…". Estas palabras, escritas en la primera mitad de los años 30 del pasado siglo, suenan a profecía a la luz de la actualidad. El Ejecutivo, ya saben, ha excluido a la tauromaquia del bono de 400 euros que dará a los jóvenes "en productos culturales", un concepto tan desprestigiado que incluye a un tipo en gayumbos jugando a los videojuegos en la zahúrda de su habitación, pero no a una media verónica de Morante de la Puebla. Ya sé que es cuestión de gustos, pero para muchos un monosabio gordo de la Maestranza trotando tras el picador representa más a la cultura española que todas las tomaduras de pelo que se pueden ver en los centros de arte contemporáneo o los libros de Carlos del Amor.

Hace tiempo que una corriente mayoritaria en el PSOE ha decidido abandonar la Fiesta a su suerte. No la prohibirá por decreto, como harían con gusto sus socios de Podemos, pero sí la está condenando a morir de inanición, negándole cualquier tipo de ayuda y humillándola cada vez que tiene la menor oportunidad. No se molesten los taurinos en argumentar que es un sector que genera 54.000 empleos y tiene un impacto de 4.150 millones; en recordar su vieja tradición, sus valores antropológicos y ecológicos, su ligazón a lo mejor de la cultura española de los siglos XIX y XX… Los toros van camino del matadero y este sólo ha sido un paso más. Con el final de la Fiesta, lo he escrito alguna vez, perderemos uno de los universos humanos, el taurino, más fascinantes del mundo. Una manera de ser entre caballeresca y tabernaria, entre manola y ducal, que daba a nuestras oficinas, calles, plazas y bares un tono único e irrepetible… Más allá de las corridas se perderá un paisaje sonoro y civil, tan rural como urbano, unas maneras señoriales que siempre dignificaron a lo más hondo del pueblo de España. Y todo ocurrirá con más perfidia que violencia, lentamente, con las armas del olvido y el desprecio. Como dijo Eliot sobre el final del mundo: "No con una explosión, sino con un quejido".

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