El puente gafado

25 de noviembre 2025 - 03:06

Que caiga un váter del cielo y se estrelle contra el pavimento sin causar daños ni automovilistas ni automóviles es lo más extraño que ha pasado en el puente del Centenario, pero, ni de lejos, lo más grave. Desde que se construyó dentro de los grandes proyectos de Sevilla para la Exposición Universal de 1992 el puente ha estado gafado. La espectacularidad de su imagen, que recuerda al de San Francisco, nunca se ha correspondido con su utilidad. Le quedaba estrecho a Sevilla prácticamente desde el día que se inauguró y su sistema de carriles reversibles ha provocado atascos que son el pan de cada día de una infraestructura que ha simbolizado muy bien el abandono al que ha sido sometida la ciudad en las tres últimas décadas.

Tras mucho pensárselo, a principios de esta década el Ministerio de Transportes que entonces dirigía José Luis Ábalos aprobó el proyecto para ampliar la capacidad del puente de cinco a seis carriles y sustituir los tirantes que sostienen su estructura. La obra debería haber estado terminada en 2023 y haber costado algo más de setenta millones de euros. La realidad es que hasta ahora se ha ejecutado poco más de la mitad de lo previsto, la fecha de finalización que se da, aunque nadie confía demasiado en ella, es finales de 2026 y el presupuesto ha subido hasta los 128 millones, con un sobrecoste superior a los cuarenta millones.

Por si fueran pocas las desgracias acumuladas, el puente está en el centro del escándalo de corrupción que tiene a Ábalos, Koldo y Cerdán como trío protagonista. Según las investigaciones de la Guardia Civil, la adjudicación de las obras a una UTE de la que formaba parte Acciona habría estado inspirada por Cerdán que habría colocado a su empresa navarra, Servinabar, y obtenido de la operación una cantidad que se cifra en torno a 1,8 millones, al tiempo que otro medio millón se habrían destinado a diversas mordidas. Todo a cambio de colocar en las obras un “peón especializado” que era el cuñado del propio Cerdán. Nada personal, solo negocios.

El puente del Centenario está convertido ya en el símbolo de los casos de presunta corrupción que rodean al Gobierno de Pedro Sánchez y al Partido Socialista. Lo que le faltaba. Si las obras se han ido retrasando por motivos técnicos y financieros de todo tipo ahora lo sobrevuela la amenaza de que las irregularidades que se han descubierto también incidan en la prolongación de unos trabajos que parecen no tener fin

Lo cierto es que entre el puente que se eterniza y la SE-40 que nunca se acaba, el tráfico en Sevilla sigue siendo el que corresponde a una ciudad caótica que está muy lejos de tener las infraestructuras que le corresponden. El Centenario se está convirtiendo con sus grúas y sus atascos en un exponente de la incapacidad de Sevilla para resolver los problemas que la frenan. Una ciudad que vive en un bucle del que no sabe salir.

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