Trinidad Perdiguero

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Cuando los retrasos son la norma

La única gran obra que se ha ejecutado en plazo en los últimos años ha sido la cárcel de Morón

Alos políticos les suele molestar que cuando anuncian grandes obras o equipamientos públicos los periodistas seamos insistentes al preguntar por los plazos. Sus reticencias no son extrañas, porque esas fechas terminan convirtiéndose casi siempre en un contador de retrasos.

Al empezar las obras de la SE-40 en 2006, se dijo que estarían para 2012. Siete años después, están sin ejecutar más de la mitad de los 77 kilómetros previstos. Con siete años de retraso abrió el tramo sevillano de la A-66, alternativa a la N-630 que segó tantas vidas. Por cada una, Guillena enviaba una esquela al Ministerio de Fomento.

Últimamente se culpa a la crisis y a la falta de cash en las administraciones. Pero tras retomar obras que incluso tienen financiación europea pasa lo de siempre. El desdoble de la A-392 (Alcalá-Dos Hermanas) debía haber culminado en marzo y sigue. El tranvía de Alcalá sufre otro parón y difícilmente arrancará en 2019. Podríamos referirnos al desdoble de la N-IV hasta Los Palacios, a los Chare (Centros Hospitalarios de Alta Resolución) o a la Ronda Sur de Mairena, abierta ocho años después de lo que se dijo con la primera piedra. Tirando de archivo, sólo soy capaz de citar una obra de cierta envergadura en Sevilla ejecutada según lo anunciado, la cárcel de Morón: se empezó en 2006 con dos años de plazo y abrió en 2008.

No tengo datos para explicar por qué lo que debería ser una excepción se ha convertido en la regla, ni manejo suficientes referentes europeos sobre la eficiencia en este aspecto de otros países, más allá de las noticias sobre los retrasos que se están dando con el nuevo aeropuerto de Berlín, un escándalo en Alemania porque debía haber abierto en 2011 y la última fecha que se da para ello es 2020.

Entre las causas del problema en España, se apunta a que se presupuesta bajo para lograr apoyos a proyectos que se toparían con reticencias de otra forma; las adjudicaciones se hacen también a la baja, sin priorizar aspectos técnicos y terminan necesitando de modificados y sobrecostes y hacen falta una jerarquización, más estudios previos y resolver las expropiaciones antes de empezar.

En cualquier caso, esas promesas incumplidas son, junto a la propia corrupción, motivo de descrédito y desafección hacia los políticos y la gobernanza, que hacen que se termine echando en falta algo de tecnocracia frente a la gestión política a la que nos hemos acostumbrado.

En estos días de reuniones familiares ha surgido un ejemplo cercano de todo ello. Alguien recordó una exposición que hubo en Dos Hermanas, donde reside, sobre el desarrollo de Entrenúcleos a 16 años vista, a la que acudió con su hijo, que entonces tenía un año. Se fijaron en una maqueta con las líneas de Metro y la conexión de éste con el núcleo principal. Los padres hablaron de que si el pequeño iba a la Universidad podría hacerlo en el Metro. Más de 20 años después, el chico ha terminado el Grado de Ingeniera Electrónica, Robótica y Mecatrónica y se está anunciando una plataforma de bus eléctrico para el mismo trayecto. Obvia decir que en esta casa ya no se lo creen.

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