Los riesgos del tardosanchismo

Sánchez necesita tiempo y Feijóo tener preparado algún ansiolítico

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Sánchez y Feijóo, en una imagen de archivo.
Sánchez y Feijóo, en una imagen de archivo. / M. G.

19 de julio 2025 - 04:00

Saberse cerca de entrar en el Palacio de la Moncloa, pero no terminar de oír el motor del camión de la mudanza debe generar ansiedad. Ver cómo se debilita el presidente y cómo acabará por ceder al nacionalismo insaciable hasta el menaje de la residencia oficial debe disparar las expectativas, pero no se intuyen ni el momento ni la hora. Tener al rival contra las cuerdas un día sí y el otro también debe fortalecer a quien es la principal alternativa, hacerle crecer y venirse arriba, pero no llega el K.O. Si Sánchez no cae, siempre cabe la posibilidad de una leve recuperación, que coja aire, que alguien le eche un salvavidas y que continúe la pesadilla. O de que, para colmo, el aspirante sufra golpes inesperados, como la imputación de Montoro y de otros altos cargos de aquel organigrama del poderoso Ministerio de Hacienda, el mismo, por cierto, al que le tocó meternos en cintura con la austeridad, el miedo a la troika, los recortes, la fiscalización de los ayuntamientos, etcétera. Es cierto que Feijóo estaba al frente de Galicia esos años, pero las siglas unen para bien y para mal. Y eso hay que gestionarlo.

No dirán ahora que el papel de la oposición es fácil, que basta con estar en contra de todas las medidas del Gobierno, airear los frentes judiciales, esperar los autos judiciales y aguardar las filtraciones y las comparecencias ante el magistrado de turno. El tardosanchismo tiene sus riesgos. Si la legislatura se completa quedan dos años de espera con todas las posibilidades abiertas. No se ha visto un jefe del Ejecutivo más noqueado tantas veces que aguante de pie por más que se cimbree, salve bolas de partido y haya agotado todos los conejos de la chistera, pero siga erre que erre con la representación de la comedia de la fragilidad con tal de que no caiga el telón. Feijóo es el primer ganador de elecciones que no gobierna y que se enfrenta al rival más débil, pero con mayor aguante porque tiene menos principios. Ni Aznar ni Rajoy se vieron en una igual. No valen los precedentes porque todo es nuevo con el sanchismo. Todo indica que hasta su final será correoso y casi de película. Pero mientras eso ocurre, la oposición del PP debe cuidarse mucho de los errores propios, no confundir el rival y no meterse en jardines. Mantener el partido compacto no debe ser una dificultad con un congreso recién celebrado sin problemas internos. Lo de Cataluña sí requerirá ingeniería fina estos meses porque, además, el líder del partido, Alejandro Fernández, es un tipo serio, solvente y respetable al que le toca bailar con el rechazo a la "financiación singular" y soportar los flirteos de Génova con Junts. Sánchez necesita tiempo, ganar el día a día. Y Feijóo tener preparado algún ansiolítico.

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