La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

Los santos inocentes del 28-M

La suma de indignidades y mentiras del presidente ha arrasado a un buen número de sus compañeros

Pedro Sánchez, en el Palacio de la Moncloa.

Pedro Sánchez, en el Palacio de la Moncloa. / Efe (Madrid)

Muchos alcaldes y presidentes socialistas han sido los santos inocentes del 28-M, sacrificados en el altar del castigo al presidente del Gobierno, devorados por el fuego antisanchista, arrasados por el tsunami provocado por la suma de mentiras e indignidades que ha acumulado un Ejecutivo tan solo preocupado por el mantenimiento del poder por el poder, sumidos acaso en la eterna duda de si pudieron hacer algo más para alcanzar algún asidero que los librara de ser arrastrados por el río desbordado de un líder agonizante y un Podemos al borde de la extrema unción. Nunca un Gobierno tan supuestamente progresista ha seguido un único principio: el de perpetuarse en su statu quo. No pregunten más si la política nacional afecta a la local. Los efectos perversos de la denominada ley del Sólo Sí es Sí y la presencia de condenados por terrorismo en las listas de un partido que resulta fundamental para el sostenimiento de Sánchez han sido dos golletazos para un PSOE que no ha vuelto a conocer la verdadera grandeza desde los tiempos de Felipe. Sánchez no es más que un discípulo del avieso Zapatero.

Los dos, muy aficionados a posiciones radicales revestidas de moderación, con un peligroso fondo de resentimiento y narcisismo y con una querencia evidente hacia una absurda e innecesaria ideologización de todo. El uno y el otro han convertido a su partido en una formación irreconocible. Entre los dos han practicado indeseables novaciones que han alejado al PSOE de ese centro-izquierda donde se hizo grande y tuvo capacidad para tener interlocutores fluidos en todos los colectivos. Sánchez ha terminado de llevarse por delante aquel modelo y las aspiraciones de muchos de sus correligionarios, gente de buena fe, decente y que ha demostrado una gestión solvente en sus parcelas. Las náuseas que hoy provoca la papeleta del PSOE por culpa de Sánchez ha dejado en casa a muchos de sus afiliados y simpatizantes. Se han quedado en el alambre dirigentes que no tienen ninguna culpa de la falta de escrúpulos de su líder. Solo cabe la esperanza en que alguna cabeza cuerda, bien amueblada y con altura de miras sea capaz de reconducir el gran partido de centro izquierda que requiere España.

El PSOE no revivirá hasta que recupere un discurso dirigido a las clases medias y alejado de la radicalidad de izquierdas. El que asuma el reto necesitará tiempo y ayuda. Franco no era el problema. Tan solo fue uno de los sonajeros que el mediocre agitó para tratar de distraernos. La falta de escrúpulo y el postureo han sido castigados con una crueldad que hasta obliga a apartar la vista.

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