la tribuna

Alberto González Pascual

El segundo despertar de Obama

EL intelectual es el hombre que debe asumir en sí mismo toda la capacidad de su época, todas las contribuciones del pasado, todas las esperanzas del futuro. Debe ser una universidad de conocimientos. Si hay una lección que debe penetrar en su oído por encima de las demás es que el mundo no es nada, el hombre lo es todo". R.W. Emerson pronunció estas palabras en su histórico discurso de 1837 a la sociedad Phi Beta Kappa de Harvard. A la salida, los electrizados asistentes la bautizaron como la Declaración de Independencia Intelectual de EEUU.

En aquel momento se estaba sublimando la pasta del Librepensador, encarnada por la libertad de conciencia de Thomas Paine y su Edad de la Razón, que progresivamente se iba adaptando a las circunstancias de una nación diversa, ajustándose en el molde del trascendentalismo y el optimismo evangélico. En ese espíritu de la época fue madurando la filosofía política de Abraham Lincoln y su estilo de liderazgo integrador. Emerson y Lincoln fueron las figuras que me vinieron a la mente al escuchar la intervención del presidente Obama cuando anunció su reelección. Allí retumbaban las ideas de la tradición del Despertar: la unidad, la igualdad y la capacidad de transformar la sociedad que posee el individuo.

Una retórica capaz de integrar con intuición ideas distintas y formas diferentes de hacer las cosas, para unificarlas dentro de un objetivo compartido. De entre todas las disposiciones de la Constitución que evocaron las palabras del presidente, la que más me inspiró fue la referida a la Decimocuarta (XIV) Enmienda de 1866, la resolución legislativa que puso punto final a la ideología de la Guerra Civil, y cuyo impulsor moral trágicamente no pudo verla aprobada. En ella radica la Cláusula sobre Protección Igualitaria donde se asegura el compromiso de los Estados Unidos con la proposición "todos los hombres son creados en igualdad", al fortalecer el poder judicial para imponer tal principio a los estados.

Los expertos en doctrina constitucional, al analizar la XIV Enmienda, han considerado que el espíritu de ésta es formalmente racional, y su misión principal es ser el límite, el vigilante, para detener judicialmente leyes irracionales diseñadas por legisladores equivocados. De aquí deriva la protección jurídica constitucional a las minorías y a los grupos más desfavorecidos. Sin embargo, se considera que cuando fue concebida, el concepto de igualdad que acogió no recogía la justicia económica, ni la erradicación de la desigualdad, razón por la que a menudo se continúa legislando irracionalmente en contra de los pobres. Bajo este prisma, las políticas que se preocupan por estas situaciones no tienen formalmente una obligación constitucional, su práctica únicamente recae en el interés que muestren los legisladores. Los analistas más progresistas, como Robin West, consideran que la XIV está aún por desarrollar, y la Sociedad del Bienestar, a la que tanto aludió el discurso del presidente Obama, debería situarse en la práctica dentro de este desarrollo constitucionalista. Tal interpretación permitiría que todas las formas de violencia, como la incitación al odio o la generación de problemas económicos extremos en las familias, entren a formar parte del desafío constitucional.

Desde mi punto de vista, la idea jurídica de Igualdad debe ser revisada por la acción política de Obama, y esto debería ser, como intelectual americano, más importante y determinante para el futuro de Occidente que, por ejemplo, su visión en política internacional. El trabajo duro es educar y legislar para que nadie dude que el Estado tiene un deber moral, un deber legal y un deber constitucional para defender los intereses de todos, y no limitar su obligación a prohibir determinadas formas de discriminación. No sólo debe concentrarse en proteger al individuo del Estado, sino también erradicar la dominación de unos individuos sobre otros.

El salto moral que supusieron los derechos civiles de los sesenta se fundamentó en que sus objetivos fueron, parafraseando a Lincoln, "sin malicia hacia nadie y con la firmeza de ver lo justo" para todos. Lograron prevalecer porque su demanda imaginó un deber más allá del derecho positivo, apelando a un deber superior, y es en este molde de supererogación en el que debe medirse la acción de los líderes que tratan de cambiar la realidad. Quiero imaginar que Obama es consciente de lo poco que se ha trasladado la teoría constitucional a la acción práctica en la historia de su país. Si fuera así, sería esperanzador y compartiría su Viaje para desarrollar, en palabras de Emerson, "por primera vez, una nación de hombres, porque cada uno se creerá inspirado por el Alma Divina que también inspira a todos los demás hombres".

Me tomo con melancolía la intelectualidad demostrada por los líderes de España cuando más se necesita de pensamiento útil. El Hombre Pensante es también un hombre de acción, y por ello no queda excusa para marginar a quienes aspiran a transformar la realidad. Y si la discriminación persiste, no puede ser más que por "malicia hacia algunos". La destrucción de una sociedad libre y justa es un peligro más real de lo que habitualmente nos enseñan. Desde la órbita del constitucionalismo progresista estadounidense es fácil entender que la solución debe trabajarse en el ámbito de la acción política del Congreso, y no tanto en el judicial.

Tags

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios