EN la relativa tregua informativa actual tras la resaca de Nochevieja, la clásica y entrañable discusión familiar por Nochebuena y preparando ese apacible día que es la Cabalgata de Reyes, en el que la condición humana queda retratada cuando pequeños, medianos y mayores se disputan caramelos por los suelos, no hay nada más socorrido que los balances y los números. Aunque este año, como el pasado, como el anterior, trae más cuenta revisar los movimientos de la tarjeta de crédito, por muy temblando que se encuentre, que prestar mucha atención a las estadísticas oficiales. 2012 -que, si repasan su memoria, seguro que ha tenido sus momentos- da sus últimos coletazos en el INE. Se despide con 426.000 parados más en toda España, de los que 114.000 son andaluces. Difícil presumir de nada desde la Junta con ese gran punto negro -qué digo punto, agujero- que son las listas del desempleo en la región. Y por mucho que se intente pasar página, con cada nueva cifra en rojo que se presenta uno se imagina miles de dedos de parados señalando el escándalo de los ERE, hurgando en la llaga de un fraude que en la mayoría de los sitios civilizados del mundo habría provocado la caída del Gobierno o, al menos, una genuflexión de disculpas públicas a la japonesa.

También tenemos ya disponibles los datos de precio y venta de viviendas -mejor no mirarlos si usted, como media España, compró casa en los años de la burbuja- y otro indicador de consumo que suele reflejar bien tanto la actividad económica como la confianza de los ciudadanos en el futuro inmediato: la venta de coches. A los concesionarios ya sólo les queda regalarlos. Descuide, saldrán estadísticas positivas, las únicas de las que pueden presumir los políticos: las exportaciones han crecido y la balanza de pagos no deja de registrar superávit y la comercial sería positiva sin la dependencia energética que sufrimos. Pero se trata de cifras algo engañosas que no ocultan el desplome del mercado interior. Exportamos más porque no podemos vender aquí nuestros productos y mejora el balance porque podemos permitirnos menos comprar fuera.

Pero no esperen muchos más datos positivos de 2012. Y, según casi todos los analistas, lo peor no es que esté por llegar, es que está aquí. Se presume que este será el invierno más duro, que en estos meses se pondrán a prueba las ya de por sí maltrechas cuadernas de España y de nuestra esperanza. Pero después de toda tempestad llega la calma, y los expertos también coinciden en señalar que por fin, en algún momento de los próximos meses, tocaremos suelo. Nunca un golpe fue tan deseado. Estamos hartos de caer. Queremos levantarnos de una vez.

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