En tránsito

Eduardo / Jordá

A tenuante o agravante

13 de marzo 2013 - 01:00

EL estafador Bernard Madoff fue detenido en Nueva York en diciembre de 2008. Seis meses después, en junio de 2009, fue condenado a 150 años de cárcel por haber hecho desaparecer unos 20 millones de dólares. Imagino que el caso era complejo y que Madoff contó con un buen abogado -o con varios-, pero llama la atención que en sólo seis meses pudiera ser juzgado y condenado. Porque este caso, si hubiera ocurrido en España, habría necesitado un largo periodo de instrucción, y luego habría sido demorado por toda clase de recursos y de artimañas legales, de modo que se habría fallado unos quince o veinte años después, cuando Madoff llevase ya muchos años en la tumba, como en las historias que contaba Dickens de los enmarañados procesos legales en que los nietos y los bisnietos tenían que seguir pleiteando cuando ya nadie recordaba cómo se había iniciado el caso.

Digo todo esto porque ayer empezó el juicio contra el torero Ortega Cano, acusado de haber provocado la muerte de otro conductor mientras conducía con una tasa de alcohol muy superior a la permitida, y uno se pregunta en qué acabará todo esto. Porque somos un país en el que mucha gente conduce tan tranquila, aunque se haya tomado una copita de más -y da igual que esa "copita" sea una botella entera de ginebra-. Y en estas condiciones, es muy difícil que un legislador se atreva a establecer penas severas para los conductores borrachos o drogados, ya que esa exigencia de responsabilidad individual podría tener consecuencias electorales muy adversas.

Y eso explica que nuestro Código Penal no sea capaz de pronunciarse de una forma rotunda ni lo bastante disuasoria sobre las consecuencias penales de conducir bajo los efectos del alcohol o de las drogas. Nuestra normativa es tan embarullada que al final parece dejar abierta la posibilidad de que cada juez acabe interpretándola a su modo. Y hoy por hoy, tal como están las cosas, es posible que nadie sepa si el hecho de conducir bajo los efectos del alcohol constituye un agravante o un atenuante, porque aún no sabemos si nuestros legisladores consideran que el alcohol es una especie de virus mutante que se apodera a traición de un pobre ser desvalido, o si cada uno de nosotros somos ciudadanos adultos que debemos asumir las consecuencias de nuestros actos. Y todo ese desbarajuste y toda esa ambigüedad crean la sensación -una vez más- de que vivimos en un país en el que ni siquiera tenemos claras una serie de cosas que deberían ser indiscutibles.

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