La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La Mina es una mina de felicidad en las tabernas de Sevilla
La aldaba
El mundo es más inquietante si cabe con la coincidencia de Putin al frente Rusia, Xi Jinping de China y Trump de los Estados Unidos. El magnate (que rima con botarate) es un tipo que entra en un pajar con la mirada de lunático y un mechero encendido. Ocurre que su segunda victoria no debería multiplicar tanto los mensajes de incertidumbre sobre el futuro como los análisis de una nueva derrota de la política convencional y el fracaso de las recetas tradicionales. Algo hacen rematadamente mal los políticos de siempre cuando Trump retorna a la Casa Blanca. Los estadounidenses no han votado esta vez por una opción nueva. El toro sabe lo que le espera cuando embiste por segunda vez contra el caballo. Trump es sobradamente conocido en el fondo y en las formas. Han votado masivamente por un tipo que ha desafiado y de qué forma demasiadas instancias y que volverá a la Casa Blanca con cuentas pendientes con la Justicia. Cabe preguntarse si el pueblo se ha equivocado, si la desesperación es tan grande... Osi la alternativa era demasiado pobre e improvisada. No ha calado la ilusión por la posibilidad de ver a la “primera mujer” en el Despacho Oval, ni ha tenido efecto incidir en el vergonzoso asalto al Capitolio. El populismo vuelve con fuerza renovada y potenciada en los Estados Unidos y confirma cuanto presenciamos en las últimas europeas.
Entre el susto y la muerte ha salido el resultado apropiado de la liturgia de noviembre. En ciertos partidos tradicionales deberían tomar nota de las causas de la victoria de un Trump con formas y un discurso provocadores. Muchos se han quedado con la cara desencajada porque Trump rompe sus esquemas, obliga a un baño apresurado en las gélidas aguas de una realidad que no les gustará y podrán repudiar, pero son en las que hay que navegar, es la coyuntura que ha tocado gestionar, es el momento que corresponde vivir. La señora Harris llegó tarde, sí; pero también era una candidata inconsistente de la que sólo cabía esperar que tuviera un equipo inteligente. Estaríamos más tranquilos con Harris en el poder, pero no tuvo opciones en ningún momento del recuento. Hay Trump para cuatro años para estreñimiento de tanto opinador de carril. Y no nos referimos al pueblo de la costa gallega de las ricas almejas. Quizás lo único positivo de la victoria de Trump es el estrepitoso derrumbe de las posiciones de analistas previsibles que pese a tanto máster no han sabido ver que los Estados Unidos iban en otra dirección. Y esperemos que al menos, como en su primer mandato, no se meta en ninguna guerra. Esto es, que no nos meta.
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