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El verdadero hecho diferencial

TUVE la suerte de estar en el Parlament aquella mañana de febrero de 2005 en que Pasqual Maragall, a la sazón presidente de la Generalitat gracias a la terna PSC-ERC-ICV, enmudeció primero y enervó después a los diputados de CiU al sugerir el cobro sistemático de comisiones ilegales. "Ustedes tienen un problema que se llama 3%", espetó al entonces líder de la oposición, Artur Mas.

Maragall siempre fue genial en el uso elástico de la palabra, pero su virtud era también su defecto porque esa enorme capacidad de improvisación quemaba a veces más naves de la cuenta. En aquella época se negociaba el Estatuto II, y CiU amenazó con boicotearlo si el president no se retractaba de inmediato, un ejemplo fantástico del sentido de la patria que profesa la federación. Aunque Maragall no mentía, el chantaje surtió efecto y él retiró su incendiaria denuncia. Catalonia is different. O no.

La Comisión Europea publicó en 2012 un informe revelador sobre la calidad democrática de los 199 gobiernos regionales de la UE. Cataluña es la peor región española por delante de Andalucía. Es el problema de personificar el poder. Pujol mandó 23 años, y ya desde el principio arrojó sombras de duda (Banca Catalana, marrón previo al cargo cuasi vitalicio), pero su pequeña figura era tan inmensa que nadie en Madrid osó ni ha osado hasta fechas recientes perturbar sus dominios. Tampoco la tribu catalana -política o empresarial- ha dudado jamás del engranaje nacionalista. Los cobros de CiU eran una especie de derecho natural.

Lo que viene a continuación está más claro que nunca. Al retirar los galones al patriarca, Artur Mas intenta salvar lo que queda de CiU, debilitada por el oportunismo de zorro de Duran y, sobre todo, por la pujanza de Esquerra, que ganará las próximas elecciones autonómicas. CiU, vinculada antaño al seny, se parece cada día más al PSC, que sólo pareciéndose un poco a la antigua CiU logrará rebañar votos entre quienes sin sentirse integrados en el todo recelan de sobrevolar la nada. Ni siquiera se trata ya de izquierda o derecha. En Cataluña lo que pesa ahora es el dentro o fuera de España.

El caso Pujol refleja, tristemente, el funcionamiento real de las instituciones del país. Los políticos se han convertido demasiado a menudo en proveedores de influencias, ensanchando sus egos conforme los medios a los que financian los idolatran, acobardando a los empresarios sean o no partidarios de la libre competencia, silenciando a los críticos sin miramientos y enarbolando banderas patrióticas que cubran sus vergüenzas. La cárcel, ese filón que hoy aprovechan quienes controlan a los fiscales, no es una herramienta de justicia sino de venganza.

En este contexto, es comprensible la alarma que genera en el establishmet la pujanza de Podemos, partido de nuevo cuño cuya gasolina es precisamente la casta: sus desmanes, su sentido patrimonialista de la gestión, su tendencia a una autodestrucción más cercana que nunca.

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