La vida no vivida

13 de febrero 2025 - 03:08

Al acercarnos a la tercera decena de nuestra existencia nos toca decidir qué formación recibir para ganarnos la vida. Ello implica hacer un análisis de nuestros intereses, fortalezas, aspiraciones, estrategias y capacidades. Es algo complejo para lo que no siempre estamos preparados.

Sin que te des cuenta han pasado otros veinte años y estás rondando los cincuenta. El concepto de mediana edad es algo mental y espiritual. Notas que estás llegando a ella cuando empiezas a cuestionarte asuntos relacionadas con el pasado condicional. ¿Acertaste al elegir tus estudios? ¿Cómo habría sido tu vida si hubieras escogido a una persona u otra? ¿Y si hubieras sido capaz de decir no en su momento? (La asertividad supone para mí un esfuerzo continuo). ¿Cómo habría sido la historia que podríamos o deberíamos haber vivido si las circunstancias, elecciones, creencias o consejos hubieran sido diferentes? ¿Y si nos hubiéramos atrevido a conocernos mejor? ¿Cuántos sueños has cumplido? ¿Has vivido viviendo?

Tengo un buen amigo que se está dejando pocas cosas atrás: los caballos, el surf, el dibujo, escribir un libro, la fotografía, los toros, la estudiantina, San Fermín, la tamborrada de San Sebastián, la Feria de Sevilla, el Carnaval de Cádiz, África, sus tres hijos, su mujer… y se gana bien la vida ejerciendo una profesión, que es su vocación, y que a priori está abocada a la mera supervivencia. Imagino que esa intensidad puede, a veces, resultar agotadora, y dirá que hay cosas que todavía tiene pendientes, pero vive.

Mi búsqueda no es de la felicidad. Hasta la vida más dichosa no se puede medir sin unos momentos de oscuridad, y la palabra feliz perdería todo sentido si no estuviese equilibrada por la tristeza, que postulaba Carl Jung. Aceptado esto, me va gustando lo que veo en mi presente, asumo los errores del pasado y miro ilusionada al futuro.

Ahora son mis tres hijas las que me ocupan. Me regocija ver a las dos mayores emprender el camino. Carmen, que es mi amor, se prepara para ser técnico superior en imagen para el diagnóstico y medicina nuclear, mientras, trabaja como camarera en un restaurante los fines de semana porque así es como ella quiere alcanzar su independencia. La segunda, Estrella, que es mi orgullo, estudia doble grado en Derecho y ADE. Es maravilloso cuando se abre y comparte conmigo su pasión por lo que está aprendiendo.

La pequeña, Rocío, que es mi alegría, hace Bachillerato y es artista. Está dotada para apreciar y ejercitar cualquier manifestación de arte plástico, especialmente la pintura. Si su vocación fuera la arquitectura, la veterinaria o la ingeniería, todos la animaríamos a que luchara por su sueño, pero es que quiere estudiar Bellas Artes y eso da miedo. Los errores o aciertos de un hijo nos preocupan más que los nuestros. Yo la observo, la escucho y le aconsejo tratando de no interferir, rezando desde lo más profundo del alma para que elija bien y tenga una vida plena, sin que nunca llegue a plantearse cómo habría sido su vida no vivida.

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