NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Un milagro por Navidad: salvemos al país
La golondrina común (Hirundo rustica) está muy unida al ser humano desde época inmemorial y su modo de vida ha calado en nuestros corazones al portar el ansiado mensaje de la pronta llegada del buen tiempo; al ser casi estrictamente monógamas y trabajar juntos machos y hembras en la construcción de los nidos. En la antigüedad clásica se festejaba su llegada con versos y cantares, y aparece en pasajes de la Biblia: “Aun la cigüeña en el cielo conoce sus estaciones; la tórtola, la golondrina y la grulla saben cuándo deben emigrar, pero mi pueblo no conoce las leyes del Señor” (Jeremías 8: 4-7). En la cultura cristiana se desarrolló la historia legendaria de que estas alegres avecillas aliviaron el sufrimiento de Jesús quitándole espinas de su corona: “Ya bajan las golondrinas/ con el vuelo muy sereno/ a quitarle las espinas/ a Jesús el Nazareno./ Ya vienen las golondrinas/ con el pañuelo en la mano/ pa quitarle las espinas/ a Jesús el Nazareno” (Coplilla popular).
Cuando Gustavo Adolfo Bécquer plasmó en papel su maravillosa rima LIII sobre la añoranza del amor irrepetible y el paso del tiempo, metaforizada en la vuelta de las golondrinas a sus nidos, el número de estas gráciles aves que preludian la primavera en Sevilla era mucho más elevado que en la actualidad. Se estima que su población nacional ha disminuido unos quince millones de ejemplares en los últimos veinte años, pasando a ser considerada en el Libro Rojo de las Aves de España 2021 una especie “vulnerable” con peligro de extinción en estado silvestre. Las causas son múltiples: el deterioro del medio rural con el derrumbe de antiguas edificaciones que favorecían su nidificación; el uso masivo de plaguicidas en los cultivos, disminuyendo drásticamente la población de insectos para su alimentación; la dificultad para nidificar en fachadas modernas con ventanas y aleros no apropiados para ello; la eliminación sistemática de nidos; los cambios climáticos... El golpe de gracia definitivo a la golondrina campestre lo puede dar el mar de cristal y acero de placas fotovoltaicas que invaden como un tsunami nuestros campos fértiles y los cubren de un manto inerte por puro interés económico, afectando a plantas y animales, subiendo las temperaturas, provocando el arrancamiento de olivos...
Ahora, cuando se cumplen ciento ochenta y nueve años del nacimiento de Bécquer, hemos de reflexionar sobre la degradación del medio ambiente por el ser humano; sobre el olvido de que no estamos solos en el mundo y necesitamos vivir en equilibrio con el resto de la naturaleza. Esperemos que los niños de futuras generaciones puedan seguir recitando en sus colegios, con fundamento, los inmortales versos del poeta hispalense: “Volverán las oscuras golondrinas/ en tu balcón sus nidos a colgar,/ y otra vez con el ala a sus cristales/ jugando llamarán;/ pero aquellas que el vuelo refrenaban/ tu hermosura y mi dicha al contemplar;/ aquellas que aprendieron nuestros nombres,/ esas... ¡no volverán!”.
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