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DERBI Sánchez Martínez, árbitro del Betis-Sevilla

¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

El voto del ‘abuelo’

No me importaría votar a don Manuel Álvarez o al señor Álvarez, pero nunca al ‘abuelo’

Los memorables 'Viejos  del 55'.

Los memorables 'Viejos del 55'. / DS

EL elogio a la juventud y el vituperio de la senectud tienen una vieja tradición literaria. Rimbaud o Mishima veían con espanto la posibilidad de llegar a ser unos viejos achacosos y contaminar con sus sombras deshilachadas la belleza del mundo. Eran poses dandis y elitistas, un tanto epatantes, pero completamente minoritarias. Lo normal era que los mozos respetasen a los ancianos del pueblo, que tenían una especie de licencia Bond para echar broncas a cualquier zangolotino que se les cruzase en el camino. Cuando yo era niño, aun todos los mayores reñían. Recuerdo una vez que, con doce años, pronuncié un inocente taco en un autobús. El duro correctivo verbal que recibí por parte de un desconocido setentón fue monumental. Todavía recuerdo el final de la filípica: “¿Eso es lo que os enseña la ministra esa de Cultura, Soledad Becerril?”. Pero ya desde mucho antes las cosas habían empezado a cambiar. Los años sesenta y la irrupción con fuerza de la cultura juvenil, ese subproducto de la Guerra Fría, cambió drásticamente el equilibro de fuerzas. Comenzó ese prestigio desmesurado por la mocedad que creó figuras pintorescas como los autodenominados abuelos bailongos, despojados de la autoridad romana que in illo tempore daban los años.

Arcadi Espada acaba de sacar unas memorias de juventud tituladas Vida de Arcadio. El otro día le hicieron una entrevista y, con su habitual malajismo, dijo: “Los jóvenes no saben absolutamente nada. Todo lo que piensan sobre el mundo es equivocado”. Probablemente tenga razón, pero yo añadiría: “Como debe ser”. La juventud tiene el privilegio de la equivocación y la estupidez. No así la senectud, que nos debe el acierto y la honra. Se puede hacer el tonto con veinte años, nunca con setenta.

Vienen al caso todas estas volutas porque leo en este periódico sobre un candidato a alcalde de Costantina, Manuel Álvarez, que carga a sus espaldas 81 años. Me parece muy bien. De hecho, creo que todos los municipios deberían de tener consejos de ancianos en los que sonase la voz de la sabiduría que dan los años, pequeñas altas cámaras que controlasen un poco los desmanes juveniles. Lo que no me gusta de la candidatura es su lema, #Yovotoalabuelo, porque da vía libre a todos aquellos faltones y maleducados que, creyéndose amables y simpáticos, llaman “abuelo” a los ancianos que no tienen el gusto de conocer. Es un ejemplar que se da mucho en hospitales y dependencias sanitarias en general. Normalmente gente dicharachera e inaguantable. A los viejos se les debe tratar de don fulano, de señor tal... o de cabrón, si lo que se pretende es insultar, pero no con una familiaridad para la que no se tiene permiso. No me importaría votar a don Manuel Álvarez, pero nunca al abuelo.

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