Previsión El tiempo en Sevilla para el Viernes Santo

Antonio José Márquez Cabeza

Carta a Manuel Ojeda Casares

Hombre, Manolo: hay que ver que te has ido sin poder despedirnos. No sé por qué te ha pasado como a otras personas buenas, muy buenas, que he conocido. Da la impresión de que están haciendo falta farmacéuticos ilustres en el cielo. Doy muchas gracias a Dios por haberte conocido en aquel Encuentro de Juventud nº 45 organizado en 1977 por el Movimiento de Cursillos de Cristiandad en la Diócesis. Tu vida, en todas sus facetas, ha sido un gran regalo de Dios para tantos que hemos tenido la suerte de conocerte, viéndote primero como hijo y hermano y, después, como esposo de tu querida May, como padre de esos hijos tan geniales que habéis tenido, como abuelo disfrutando como nadie de tus nietos y como gran profesional farmacéutico en todas las tareas que has desarrollado. No han sido pocas las dificultades que a lo largo de la vida, sobre todo en los últimos tiempos, fuiste capaz de superar con esa entereza y grandeza de espíritu únicas que tenías y tantos admirábamos. ¡Qué gran costalero de tu Cristo de Pasión fuiste toda la vida con tu gran testimonio! Cómo recuerdo cuando me contabas aquella primera Semana Santa de la pandemia que viviste tan intensamente. Y la ilusión con la que me hablabas hace poco de todo el trabajo que estabas desarrollando como vicepresidente en el Colegio de Farmacéuticos y como profesor en la Universidad de las prácticas tuteladas de los nuevos farmacéuticos. Quiero desde estas pobres líneas dejar patente y mandarle a toda tu familia y compañeros el gran pesar que hemos sentido al enterarnos de tu fallecimiento tantos y tantos que te apreciamos y te vamos a echar mucho de menos. Es uno de esos momentos en los que uno recuerda de forma especial que la vida hay que vivirla sabiendo lanzar y clavar un ancla en el cielo. 

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios