Editorial
¿Merece la pena?
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Al filo de que Gibraltar se convirtiese en el territorio más perjudicado por el Brexit, Reino Unido y España sellaron un acuerdo que revierte ese riesgo inminente y que, de confirmarse en los textos jurídicos todos los detalles adelantados por la ministra española de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya, supone un avance histórico en el contencioso por la recuperación de la soberanía y el alumbramiento de un espacio común de entendimiento y prosperidad mutua. Desde ayer mismo, primer día de 2021, Gibraltar ha pasado a ser lo que nunca fue mientras Reino Unido perteneció a la Unión Europea: parte del espacio Schengen, creado en 1995 para que en 26 países -los que forman ahora la UE- se aboliesen los controles inmigratorios en sus fronteras comunes, funcionando en términos de fronteras exteriores como un solo país. Pero como Reino Unido ya no es integrante de la Unión, el acuerdo hace que sea España el Estado responsable de la pertenencia de Gibraltar a ese espacio fronterizo común. Un efecto inmediato de ello es el levantamiento de la Verja, un control de tránsito de personas y fiscal que deja de tener sentido en esta nueva realidad. Un cambio radical nunca visto en tres siglos que debe servir para reforzar el indudable vínculo que existe entre la población gibraltareña y España. El pacto establece que el control de frontera exterior de la UE que habrá en el puerto y el aeropuerto de Gibratar sea responsabilidad de España, aunque fija un plazo transitorio de cuatro años en el que lo gestionará Frontex, la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas. Cumplido ese cuatrienio, González Laya sostiene que sólo lo ejercerán fuerzas españolas. Más allá de símbolos, Gibraltar y España deben estrechar más sus lazos con este acuerdo, pues es nuestro país quien le tiende la mano para que el Brexit no suponga un desastre económico para toda la zona. El acuerdo hay que verlo por tanto como un éxito diplomático español y más como un principio que como un fin, porque puede alumbrar otros avances en la construcción de una relación fructífera para ambas partes y que ayude, al no haber renunciado a nada, a normalizar en el futuro la cuestión de Gibraltar. Cómo y cuándo, el tiempo lo dirá.
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