La tribuna

Un belén inclusivo

Un belén inclusivo
María José Andrade
- Periodista

Pues resulta que a alguien se le ha ocurrido montar un belén inclusivo. Un belén con figuras sin rostro, expresión y ojos a los que mirar, porque es una invitación para que los espectadores, los que se acerquen hasta la Grand Place de Bruselas, hagan su propia interpretación de cómo serían.

Según su autora, la interiorista Victoria-Maria Geyer, se ha realizado de esta manera para que cualquier persona pueda “identificarse con la narrativa bíblica”… ¡ahí es nada! E incluso el alcalde de la ciudad, Philip Close, ha afirmado que “optamos por mantener el símbolo cristiano, pero en una versión renovada” como si el nacimiento de Jesús necesitara del refrán “renovarse o morir”

Así que, y si me lo me permiten los ciudadanos belgas, esos que parecen haber olvidado sus raíces cristianas, a modo de recordatorio, les invito a leer el Nuevo Testamento. Concretamente al apóstol Mateo 1:18-2:15, quien deja constancia de los hechos acaecidos hace ya más de dos mil años: Estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo.

José su marido, como era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente.

Y pensando él en esto, he aquí que un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María, tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.

Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros.

Y despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer.

Ahí están. Ellos son la madre, el padre y el Hijo. María, José y Jesús. El niño que se haría hombre. La figura central de unas raíces que van más allá de los que no creen ni tienen Fe y también de los que sí creemos y tenemos Fe.

En estos “tiempos raros”, llenos de ruido, jaleo, noticias falsas (o fake news, como dicen los modernos), y faltos de espíritu crítico, detenerte en ese pasaje de la Biblia es constatar la Verdad. Es un ofrecimiento a ser no solo un observador, sino protagonista de una historia que ha marcado el principio de todo. Una historia que ha sido, es y será la construcción de los pilares que mejor nos han definido a lo largo de los siglos.

Unos pilares que no son ni difusos ni exclusivos ni excluyentes porque precisamente nos reúnen en torno a una figura fundamental para entender no sólo el mundo sino también el Universo. Pido perdón a los que se den por aludidos y no entiendan que yo no comprenda que la Historia se pueda cambiar. Y no se puede por mucho que algunos quieran hacer con ella una especie de sfumato del momento más importante para los que, como yo, vivimos la Navidad dándole el sentido que dio origen a todo: el nacimiento de Dios.

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