La tercera derecha
Un lustro se ha cumplido de uno de los principales hitos del actual periodo histórico que vive nuestra nación: el ocaso de la hegemonía socialista en su firme bastión andaluz. Si hacemos justicia a los hechos, fue la inesperada irrupción de Vox en el Hospital de las Cinco Llagas la que desequilibró la aritmética parlamentaria, hasta el punto de posibilitar una mayoría alternativa a través de la fórmula del pacto de perdedores, que catapultó a la presidencia de la Junta a un Moreno Bonilla que, objetivamente, había cosechado un mal resultado.
A partir de ese momento, los altavoces izquierdistas se esforzaron en propagar el latiguillo despectivo de “las tres derechas”, aplicado a los dos socios que convergieron en coalición de gobierno y al tercero que les prestó, prácticamente a cambio de nada, apoyo en la cámara autonómica. Como toda ocurrencia simplista, la expresión se mostraba carente de acierto en lo relativo a Ciudadanos, un partido de sincera vocación centrista, a medio término entre el liberalismo progresista y la socialdemocracia moderada. Responde el catastrófico declive de la formación naranja en los años posteriores, a nivel nacional, al enorme error que supuso la caída en la tentación de tratar de ocupar el nicho propio del Partido Popular, impidiendo un entendimiento con el PSOE que habría conferido, de paso, una estabilidad al régimen constitucional de la que ahora mismo carece, víctima de la peligrosa estrategia del camaleónico Sánchez, de confluencia y acuerdos con neocomunistas y nacionalistas periféricos.
Prosiguiendo con las reflexiones de ámbito estatal, cabe preguntarse si tras la rápida volatilización de los antiguos seguidores de Rivera y Arrimadas, es factible la entrada en la Carrera de San Jerónimo de un partido que permitiera reeditar con éxito el eslogan de “las tres derechas”. En mi visión del arco ideológico, para que ese concepto tuviera un mínimo de rigor, requeriría como condición inexcusable que la novedad no se produjera en el espacio ahora vacante, ya que todo aquello que se sitúe a la siniestra de la cúpula de Génova, no puede considerarse, de forma seria, derecha. Si, por otro lado, la recuperación por parte de la extrema derecha de corte neofascista, de la presencia institucional perdida en 1982 es una utopía, el único camino restante sería la emergencia de unas nuevas siglas en una posición intermedia entre Núñez Feijóo y Abascal.
No son pocas las personas conservadoras, a las que trato en el plano privado y profesional, que me manifiestan tanto su sentimiento de orfandad respecto a la tecnocracia popular como el de distancia con la abrupta gestualidad que emana de la calle Bambú. Ansían quizá el surgimiento de un partido tory a la española, a modo de tercera derecha que ejerciera como potencial aliado preferente del PP. Sugestiva en teoría, parece difícil que dicha idea se torne real, habida cuenta de que en principio sólo presenta fácil calado en el granero de votos de una reducida élite social y cultural.
También te puede interesar