Bodas de plata en la ciudad del sol: 25 años de la coronación de la Virgen del Valle, patrona de Écija
Provincia
La antiquísima imagen atesora uno de los patrimonios más ricos de España
Recupera el manto de 1920, impregnado de las corrientes regionalistas de hace un siglo
Así avanzan las obras de la parroquia de Omnium Sanctorum de Sevilla
La devoción mariana en el antiguo Reino de Sevilla sigue marcando la vida e historia de numerosos municipios de la provincia. Ahí están las distintas advocaciones que lo refrendan: Gracia de Carmona, Consolación de Utrera, Setefilla de Lora o Valle de Écija. A esta última nos referimos en este reportaje al cumplirse este 8 de septiembre los 25 años de su coronación canónica, acontecimiento que reafirmó los siglos de vinculación entre la ciudad del sol y la antiquísima imagen que hunde su origen en los inicios de la Edad Media. Una relación que ha dado, entre sus numerosos frutos, un legado patrimonial de los más ricos que se atesoran en España.
El comienzo de esta devoción supone una mezcla -como tantos otros casos- de historia y leyenda. Siguiendo ésta última, la imagen la talló el evangelista San Lucas y llegó a la antigua Astigi a través de San Leandro, San Isidoro y Santa Florentina. La teoría más probable, sin embargo, es que el icono mariano fuera traído a esta tierra por los repobladores cristianos tras la Reconquista, pues la sagrada imagen guarda semejanza artística con las que procedían de la zona norte de España en siglo XIV. Empezaba, así, una vinculación con la ciudad, que acabó reconociéndola como Patrona y Protectora, al haberse encomendado sus habitantes en reiteradas ocasiones a la Virgen del Valle en tiempos de calamidades y en acción de gracias por los bienes concedidos.
La exposición La Virgen del Valle: una historia de siglos escrita con oro de Ofir, celebrada en Écija el pasado mayo, supuso una excelente oportunidad para entender y dar a conocer el origen y evolución de esta devoción. En ella, por ejemplo, se mostraba una foto de la sagrada imagen tal cual, sin los revestimientos textiles y de orfebrería barrocos que el tiempo iría añadiéndole hasta configurar su iconografía actual. Como se ha mencionado antes, se trata de una talla entera con claras influencias del gótico francés, propia de las que llenaron la Península en el segundo tercio del siglo XIV. Mide 99 centímetros de altura y en su origen sujetaba una imagen del Niño Jesús en el brazo izquierdo. Su fisonomía empezó a alterarse a principios del XVI para ser vestida según los gustos de cada época, siempre teniendo como referente la moda de la realeza. A partir de entonces se le incorporaron una nueva imagen del Divino Infante y las manos. De su etapa primitiva se conserva un fragmento extraído del dorso, con dos escenas pictóricas alusivas a la Visitación de Santa Isabel y la Adoración de los Reyes Magos.
El revestimiento que se hizo de la imagen gótica ha propiciado uno de los patrimonios artísticos más abultados y de mayor valía de España. La referida exposición daba muestra de ello. Ricas telas y buenos bordados se suceden en una veintena de ternos, confeccionados la mayoría entre los siglos XVII y XIX. De todos ellos, debe subrayarse el manto que se ejecutó por suscripción popular en 1920. Salió del taller de Juan Bautista Gimeno, situado en el número cinco de la calle Tetuán, en la capital andaluza. Su diseño se debe a Antonia Riutart y en él se percibe una clara influenia del regionalismo ya imperante en esa época en la ciudad hispalense. Está conformado por una amplia cenefa y una zona central, donde adquiere protagonismo el escudo de Écija. Los motivos que lo conforman recuerdan a los usados por artistas de este estilo, que dejaron profunda huella en obras de la Semana Santa sevillana. Tallos, palmeros, flameros, cintas y dragones, piezas presentes en la cerámica renacentista y que empleó José Recio del Rivero aquellos años cuando se encargó de perpetuar el estilo que caracteriza al paso de la Esperanza de Triana. El bordador ecijano Jesús Rosado se ha encargado de restaurar esta valiosa pieza, para la que ha conseguido un soporte con idéntica tintada al original, en azul turquesa.
Al conjunto textil hay que sumar el de las joyas, un extraordinario repertorio conformado por broches, colgantes, pectorales, pulseras y los característicos rostrillos realizados con multitud de piedras preciosas. En este apartado no puede pasarse por alto la presea de la coronación canónica, que tuvo lugar el 8 de septiembre de 1999. Su autor fue el orfebre cordobés Francisco de Paula Martos Román, quien en 1849 empleó oro y plata en su ejecución. Contiene 96 topacios y 414 diamantes. Los remates flordelisados, los rayos biselados y el gorro en terciopelo burdeos que cobijan los imperiales conforman sus señas de identidad. Desde su creación se consideró la joya más idónea para la anhelada coronación.
Con motivo de estas bodas de plata, la hermandad que le rinde culto ha organizado un amplio programa de cultos y actos. Entre ellos deben destacarse las misiones celebrada el pasado mayo con la sagrada imagen, que visitó distintos barrios y templos de la ciudad. Claro ejemplo de una devoción a cuya larga historia se suma un provechoso futuro. Muestra de esto último es la sección dedicada en la exposición a la representación plástica de la Virgen del Valle, que va desde las creaciones barrocas, pasando por las de corte clásico y llegando a las corrientes más vanguardistas, donde imperan el cosmo, lo metafísico y el mundo onírico. Una devoción que trasciende el tiempo en la ciudad del sol.
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