Juan Rodríguez Garat | Almirante (R)
“La Guerra de Ucrania no la va a ganar nadie”
Carmen Mena | Americanista y premio Fama
Carmen Mena García (Sevilla, 1952) pertenece a esa ya larga genealogía de americanistas que han convertido Sevilla en uno de los centros neurálgicos del estudio de la historia del Nuevo Continente, pese a que algunos estén dispuestos a derrochar esa herencia. Discípula de don Luis Navarro, ha estado mas de 48 años como docente de la Universidad de Sevilla desde que en 1975 empezó a trabajar como profesora, con dos paréntesis como vicerrectora en la Pablo de Olavide y la UNIA. Especialista en Panamá y en la conquista del Darién, su intenso trabajo como americanista le ha hecho merecedora este año del Premio Fama-Universidad de Sevilla a la Trayectoria Investigadora y de Transferencia. Este ingente trabajo se ha concretado en más de 100 publicaciones, entre las que figuran monografías de referencia como La Sociedad de Panamá en el siglo XVI, Sevilla y las flotas de Indias o La Casa de la Contratación de las Indias y los tesoros americanos. Recientemente, ha publicado Magallanes y las cinco naos del emperador. Organización de la armada que circunnavegó la Tierra (1519-1522): barcos, hombres y mercancías (Sílex). Pese a que se jubiló en septiembre como docente, no ha cesado en su labor investigadora y ya prepara una serie de libros cuyos contenidos prefiere no hacer públicos todavía.
–Su gran tema ha sido Panamá. ¿Cómo se decidió por este país?
–Eso mismo me preguntaban los periodistas panameños cuando empecé a investigar. Entonces Panamá le importaba a la gente un pimiento. Mi tesis doctoral fue sobre el siglo XVI en este país y nadie había escrito sobre el tema. Me lo propuso mi maestro, Luis Navarro, que entonces lideraba los estudios sobre el Nuevo Reino de Granada, al que perteneció Panamá durante una época.
–Un país muy manoseado por EEUU.
–Es una pena que los EEUU se lo apropiasen. Siempre ha estado muy mediatizado por su posición geográfica. Es un enlace entre el Atlántico y el Pacífico y eso se sabía ya desde el principio de la época colonial, cuando pertenecía al Virreinato del Perú.
–Importante para Panamá y la historia de América es la región del Darién, el famoso tapón del Darién.
–Es una gran zona boscosa muy densa que pertenece a Panamá y Colombia. Fue el primer lugar donde habitaron los españoles en el continente, la llamada Tierra Firme o también Castilla del Oro. Allí fundan Santa María de la Antigua del Darién, en 1510. El nombre se debe a la virgen que está aquí en la Catedral, que era para los sevillanos del siglo XVI como la Macarena para los de hoy.
–En sus inicios el Darién tuvo que ser como el Lejano Oeste.
–Era una frontera. Yo lo llamo la “escuela de la conquista”. La mayoría de los conquistadores estuvieron primero en el Darién. El caso del Perú es paradigmático. Pizarro había sido conquistador del Darién junto a Balboa. El problema es que allí no se encontraron ni las civilizaciones ni las riquezas que sí se hallaron en México. Apenas había algo de oro en los lavaderos de los ríos. Esa frustración haría que muchos se fuesen a conquistar otras zonas. Cuando la conquista del Perú, el Darién se vació, como afirman los documentos. El Darién fue una punta de lanza donde los españoles aprendieron a pelear contra los indios, a resistir las enfermedades... un laboratorio.
–¿Y Panamá?
–Su fundación es posterior, cuando Núñez de Balboa busca el paso para continuar la ruta de las especias. Ve que allí hay más oro y más población india. La ciudad la fundó el gobernador Pedro Arias Dávila en 1519. Tenía la ventaja, además, de que era un puerto, porque Santa María de la Antigua del Darién era una ciudad de interior... Imagínese, en medio de la selva. Los colombianos la están excavando ahora, porque se abandonó en 1525.
–Ya ha salido el nombre de Balboa. El descubrimiento del Pacífico fue uno de los momentos cumbres de la conquista.
–Hoy le llamamos el avistamiento, porque el mar ya estaba descubierto por los indios. Cuando Balboa se encuentra con la costa del Pacífico cae en la cuenta de que están en un istmo, lo cual será muy importante. A este océano él le llama Mar del Sur. Es el nombre que aparece en los planos hasta el siglo XVIII. Lo de Pacífico se debe a Magallanes. Tiene su gracia, porque ese océano es de todo menos pacífico. Parece que la navegación de Magallanes coincidió con el fenómeno del Niño y el mar estaba inusualmente tranquilo.
–En esos momentos se buscaba con ansia el paso del Atlántico al Pacífico.
–Era el verdadero objetivo de las expediciones, no el oro como cree comúnmente la gente. Consistía en cumplir el viejo sueño de Colón de llegar a las especias navegando hacia occidente. Se buscó por todas partes: por el centro, el norte, el sur... Cuando Balboa escribió a los Reyes diciendo que habían avistado “el otro mar” se dispararon las expectativas.
–Aunque el Canal de Panamá se inauguró en 1914, lo cierto es que desde muy antiguo se soñó con esta posibilidad.
–Ya Francisco López de Gómara, sobre 1570, escribe a la corte con la intención de que mandasen dinero para hacer un canal. Incluso Juan García de Hermosilla, en 1568, habla de hacer el canal por Nicaragua, idea que ahora han retomado los chinos.
–¿Los chinos?
–Ahora mismo están dominando la economía de Panamá. Se están quedando con todo. El problema del canal de Nicaragua son los terremotos y el volcán Masaya. Es una zona muy inestable, cosa que no es Panamá.
–El padre Bartolomé de las Casas escribe sobre los supuestos excesos de los conquistadores en esta zona.
–Pero él nunca estuvo allí. Él estaba en Santo Domingo, que era la nodriza de la primera conquista. Desde allí se conquistó Cuba, Jamaica, Tierra Firme... y allí se instaló el virrey Diego Colón, el hijo del descubridor. Más fiable que Las Casas es el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo, que sí estuvo en Tierra Firme y trató con todos: Pizarro, Balboa... Incluso se construyó allí una casa en la que plantó limoneros. Criaba iguanas y las ataba con una cuerda en el patio de su casa, como si fuesen cerditos. Fernández de Oviedo fue de los últimos que resistió en Santa María de la Antigua del Darién antes de su definitivo abandono.
–¿Y qué visión tuvo de la conquista en esa zona?
–Más objetiva que la de Las Casas. Por lo menos vivió los hechos y tuvo en su mano los diarios de Balboa. Pero, claro, también tenía sus filias y sus fobias.
–Los tres siglos de la América Española vuelven a estar en el centro del debate.
–Asistimos a un revisionismo histórico que se manifiesta en la destrucción de estatuas. Pero es cierto que hay que revisar una historiografía en la que las poblaciones indígenas apenas tenían presencia... no existían. La visión era muy etnocéntrica y europeísta.
–¿Las Indias fueron colonias?
–Las Indias no fueron colonias, como bien se demuestra en el libro clásico de Ricardo Levene, el historiador argentino. Las Indias nunca tuvieron la consideración jurídica de colonia, fueron incorporadas a la Monarquía Hispánica como reinos, queda claro en la recopilación de las leyes de los reinos de España e Indias, de 1680. Ahora bien, hay que aceptar que en parte funcionaron como reinos de segunda categoría que no podían montar industrias, debían comprarlo todo a la metrópoli, no tenían representación en las Cortes... Estamos ante un asunto muy complejo. No hay ni leyenda negra ni leyenda rosa. Hay motivos más que suficientes para sentirnos orgullosos. Yo abogo siempre por una historia comparada. ¿Qué hicieron los franceses, los ingleses, los holandeses?
–En la comparación parece que sale ganando España, ¿no?
–La colonización anglo no contaba para nada con la población indígena. El general Custer cuenta en sus diarios cómo llegó a inocular el virus de la viruela a las mantas que les regalaba a los indios para ahorrarse el dinero en balas. Murieron como chinches. Fue un genocidido, porque se hizo de manera consciente y calculada. Esto no ocurrió en la América española. Hubo grandes mortandades por las bacterias, pero no de forma deliberada. América pagó muy caro sus siglos de aislamiento geográfico del resto del mundo. Es muy curioso que solo a los españoles se les llame “conquistadores” (conquerors) y al resto (ingleses, holandeses, franceses...) se les diga “colonizadores”. Claro que hubo comportamientos bárbaros, pero siempre hay que recordar que la Declaración de los Derechos Humanos es de 1948.
–Y la Monarquía Hispánica hizo verdaderos esfuerzos en defensa de los indios.
–España hizo autocrítica de la conquista de América desde sus inicios, algo que no tuvo parangón en ningún otro sitio. A principios del siglo XVI se llegó a cuestionar si tenía derecho a someter aquellos territorios. Eso no lo hizo nadie. Todo es muy complejo para decir blanco, negro o colorado.
–No ayudan mucho los verdaderos herederos de los conquistadores, es decir los actuales hispanoamericanos. Lo vemos con los presidentes de México, Colombia o Venezuela...
–A estos señores habría que recordarles sus propias historias nacionales. Después de las independencias se llevaron a cabo auténticas campañas de extermino de indígenas. Por ejemplo, la Campaña del Desierto, en el Chaco, fue una barbaridad. Muchas veces, el derribo de estatuas de Colón esconde el odio de poblaciones marginadas a sus propios gobiernos.
–¿Y en Panamá, se derriban muchas estatuas?
–El caso de Panamá es curioso, porque allí Balboa es el héroe nacional. El presidente Belisario Porras decretó su glorificación. La moneda nacional, la cerveza, la avenida más importante de la ciudad... todo se llama Balboa. Cuando se inauguró el Canal, en 1914, se quiso levantar una estatua de Balboa a la entrada del mismo, “tan gigantesca como la Estatua de la Libertad”, pero EEUU no lo permitió. Finalmente se puso dentro de territorio panameño mirando al mar. La estatua la pagó el rey Alfonso XIII y la hicieron Mariano Benlliure y Miguel Blay. El panameñismo se identifica con lo hispano frente a los EEUU. Es una forma de resistencia. Allí el malo es Pedrarias, el gobernador que le cortó la cabeza a Balboa. A un panameño no le puedes hablar de Pedrarias.
–Pedrarias es para algunos el arquetipo del conquistador violento y avaricioso.
–Pero Balboa tampoco era un angelito. Eran luchas de poder. Pedrarias (Pedro Arias de Dávila) era uno de los pocos nobles que hubo entre los primeros conquistadores. Había sido comandante en el ejército de los Reyes Católicos y fue un auténtico personaje. Y más aún su mujer, que era la que le mandaba las perlas a Isabel de Portugal, la mujer de Carlos V. Se dedicó a proteger a su marido. Pedrarias la intentó dejar a ella y a sus nueve hijos en Segovia, pero ella, que era de armas tomar, dijo que ni hablar, que se iba con él, que prefería morir en tierra de caníbales que quedarse en casa. Después de unos años decidió volverse. Cuando Pedrarias murió en Nicaragua volvió para recoger su cuerpo.
–Acaba de sacar un libro sobre la organización de la flota de Magallanes que salió de Sevilla para terminar dando la vuelta al mundo.
–De modelo me ha servido otro libro que escribí sobre la organización de la flota de Pedrarias al Darién. No fue una expedición pequeña. Llevaba 1.500 personas en unos veinte barcos. Ambos estudios, tanto el de Pedrarias como el de Magallanes, están basados en las cuentas de las expediciones. Ha sido un trabajo muy farragoso, porque las cuentas tienen guasa, hechas en números romanos y con letra cortesana. Hablo sobre el elemento humano, la alimentación, las enfermedades, la construcción de los barcos... Creo que el libro ha quedado bien. He intentado escribir con una prosa que se deje leer, como de novela. Creo que cada vez tenemos que hacer una historia más cercana a los lectores. La Historia de América es una novela de aventuras y no la podemos desaprovechar. No hay que inventarse nada.
–¿Sevilla está perdiendo peso en el americanismo?
–Sevilla tiene que apostar fuerte por el americanismo. Ya solo quedan siete catedráticos de Historia de América en España. Y curiosamente a la gente le gusta mucho esta materia. Lo noto cuando doy alguna conferencia o en las revistas de divulgación histórica. Está claro que algo estamos haciendo mal. Y es una pena, porque no podemos perder nuestro pasado americano.
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