Betis - Ludogorets | La crónica

Joaquín alegra un día con aprietos (3-2)

  • Un golazo del capitán bético lustra el triunfo del Betis sobre el Ludogorets en una noche en la que el campeón búlgaro lo puso complicado

  • Los verdiblancos fueron más eficaces en el intercambio de golpes con sus tres tantos

Joaquín lanza el disparo que se convirtió en el golazo del 2-0.

Joaquín lanza el disparo que se convirtió en el golazo del 2-0. / Antonio Pizarro

Pleno de puntos para el Betis en la Liga Europa en una noche con muchos más méritos de los que se podían presagiar por el escaso pedigrí continental del Ludogorets. Los béticos tuvieron que sufrir para acumular todo el botín, pero también dejaron algunas perlas por el camino para darle espectáculo a los suyos más allá incluso de haber vuelto a ganar, una sana costumbre desde que Manuel Pellegrini es el entrenador de la causa heliopolitana. Un golazo de Joaquín le dio un particular sabor a la noche por su excelsa calidad y también por esas estadísticas que registran que ya es el goleador más veterano de la competición.

Se había planteado el día para la diversión para todos los seguidores de la fe balompédica radicada en Heliópolis. El conjunto de Manuel Pellegrini se ponía con dos goles de ventaja sobre un Ludogorets tan notable en el ataque como deficiente en la faceta defensiva y con esa renta le debía servir para liderar en solitario la clasificación del Grupo C de la Liga Europa. Pero las curvas fueron más numerosas de lo esperado.

El primer tanto oficial de Luiz Henrique con la elástica verdiblanca y un auténtico golazo de Joaquín le bastaban, en teoría, a la tropa de bética para garantizar el éxito. Pero no iba a ser tan sencilla la cosa, ni siquiera cuando Canales volvía colocar un colchón de dos tantos respecto a este peleón Ludogorets.

Luiz Henrique marca el primer gol oficial con la camiseta verdiblanca. Luiz Henrique marca el primer gol oficial con la camiseta verdiblanca.

Luiz Henrique marca el primer gol oficial con la camiseta verdiblanca. / Antonio Pizarro

Vaya por delante, pues, que no fue nada fácil. El eterno campeón búlgaro de la contemporaneidad, formado por futbolistas de todos los rincones del mundo y con minoría del país en el que está radicado este Ludogorets, planteó siempre un pulso en lo más alto, pero este Betis se divierte jugando al fútbol y al final eso le sirve para hallar premio, para sumar un éxito tras otro tanto en la competición doméstica como en el segundo torneo continental.

Era evidente cómo iba a ser el desarrollo del juego desde el mismo momento en el que el balón echara a rodar. El Ludogorets proponía un fútbol agradable, de toque del balón, de buscar los movimientos del brasileño Cauly en la mediapunta para que éste se encargara de conectarlo todo en las cercanías del área local. Para ello, contaba con la colaboración de un polaco llamado Piotrowski que para nada es un patadura en la posición de medio centro.

Pero el Betis sabía sufrir y protegía de manera adecuada a Claudio Bravo a la espera de que el Ludogorets se desnudara en la faceta en la que tiene mucho menos nivel. Porque los búlgaros, acostumbrados a ganar de calle su liga, no tienen nada que ver a la hora de defenderse. Por eso todos los desmarques que trazaba Canales, preferentemente hacia el costado derecho para asociarse con Luiz Henrique, eran bastante peligrosos.

El cántabro no iba a aprovechar el primer regalo defensivo en el minuto 9, después llegaría una acción dudosa en el área visitante con Cicinho y Luiz Henrique como protagonistas (10’), una falta directa de Guardado (15’) y una acción en la que Canales no vio la subida de Luiz Henrique por la banda contraria a la que suele utilizar el joven brasileño (24’). Eran los avisos béticos, intercalados también con buenas intervenciones de Claudio Bravo, hasta que llegó la primera ventaja.

Minuto 25, triple ocasión en una sola jugada, primero a través de Luiz Henrique, después con un disparo lejano de Canales y, por último, un cabezazo en plancha del extremo brasileño en el intento de chut de Miranda que se convierte en un centro perfecto.

El Betis ya estaba por delante en el momento justo, tal vez en los minutos en los que se estaba viendo más desbordado por el juego entre líneas del Ludogorets, pero así es el fútbol y sólo entiende de goles, de que Claudio Bravo volviera a frustrar a Cauly con un paradón antes de que Joaquín se sacara un conejo de la chistera para aumentar el colchón.

El capitán lanzó una rosca desde el borde del área que se convirtió en un prodigio de plasticidad. Imposible para el guardameta neerlandés Padt. El Benito Villamarín celebró colectivamente la obra de arte del portuense e incluso llegó a sacarle una sonrisa a éste cuando, ya con la pelota en juego, se cantaba un “Joaquín, selección”.

Eran minutos en los que el Betis y los béticos unían su diversión tanto en el césped como en la grada. El primer paréntesis llegaría con un lanzamiento de falta directa lateral de Despodov, que sorprendía a un mal colocado Claudio Bravo. El reloj del letón Treimanis fue un chivato de que el balón había entrado y el marcador se apretaba justo antes del descanso.

El cierre de ese primer momento de inquietud llegaría sobre la hora, cuando Canales intentó una jugada individual, previo toque en Piotrowski, y lanzó un duro zurdazo desde el borde del área. El Betis había resuelto las complicaciones de la mejor manera posible, con un 3-1 que ya se convertía en casi definitivo a la vista de las distancias entre unos y otros.

Pero no. El Ludogorets tenía arriba todo el nivel del que carecía atrás y un recién salido, otro brasileño, en este caso Rick, volvía a apretar el marcador para que Pellegrini se viera obligado a ir apelando a un titular tras otro. Primero, Guido por un Paul que siempre puede ver una segunda cartulina amarilla; después Pezzella por un tocado Luiz Felipe y Rodri para darle un respiro a Joaquín; y, por último Álex Moreno y William Carvalho para jugar los últimos minutos. Pero esto no evitó el susto final de ver a Gropper en solitario delante de Claudio Bravo.

Afortunadamente, el Betis salió ileso de esa llegada postrera y le dio un mayor lustre a la noche en la que Joaquín se convertía en el goleador más veterano de la Liga Europa y no con un tanto cualquiera, sino con una rosca de esas que obligan a los aficionados a abandonar el estadio haciendo el gesto del golpeo como si ellos se llegaran a convertir en el extraordinario capitán bético siquiera por un segundo.

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