El Betis se pone serio en el sainete (0-4)
At. Antoniano-Real Betis
El equipo de Rubi apaga pronto la fe del dignísimo Antoniano bajo el aguacero y el viento y convierte en una simpática anécdota su primer paso en la Copa
Marcaron Tello de penalti, Kaptoum, Lainez y Meléndez
La noche que el Betis jugó con calzón negro en el Benito Villamarín se puso serio, pese al perfil charlotesco del envite, e hizo lo que tenía que hacer, ahogar bajo la copiosa lluvia la mínima posibilidad que había de caer eliminado ante el Antoniano en la primera ronda de esta novedosa Copa del Rey con eliminatorias a partido único hasta las semifinales.
Cero-cuatro, que no cuatro-cero, algún que otro jugador de la segunda línea con la autoestima revitalizada por su actuación, como Tello, Kaptoum, Lainez –autores de los tres primeros goles–, o Barragán –gestor del cuarto, un buen gol del chaval Meléndez– y el Antoniano, junto a su poblada hinchada, bien orgulloso de vuelta a casa por su dignísimo papel.
En Heliópolis, pues, todo salió a pedir de boca. Incluso quedó a salvo la integridad física de los 28 empapadísimos actores. Y eso que el riesgo se fue haciendo mayúsculo a medida que el terreno de juego se encharcaba. A la hora de partido, la banda derecha del ataque verdiblanco, la de Preferencia, quedó anegada. Y ya en el cuarto de hora final, era imposible conducir la pelota en cualquier zona del rectángulo. Y si hubo un cuarto gol, fue por la pericia de Barragán para picar la pelota en el área y pegarle fuerte al segundo palo para que Meléndez recortara a su defensor y marcara con un duro lanzamiento.
Ese cuarto y último tanto vino a reflejar que el Betis hizo lo que tenía que hacer. Salir fuerte y decidido y encauzarlo todo antes que la climatología, como así fue, condicionara demasiado el juego y diluyera la sideral distancia física y técnica entre unos y otros.
Luis Rubiales propuso una Copa del Rey en la que los ricos libraran sus duelos con los pobres sobre un alambre en altura, pero luego más de un pobre, y de dos, ha accedido, a cambio de un puñado de euros, a cambiar su espada de acero por una de madera y, encima, extender bajo ese alambre una red protectora por si el potentado pierde el equilibrio.
Total, que la tímida emoción de un Antoniano-Betis en Lebrija, bajo un decorado de arca de Noé además, se desvaneció por completo en favor de un engendro que no había por dónde cogerlo: el Antoniano era una suerte de amable okupa del Benito Villamarín, que ya había ganado de antemano por el hecho de clavar sus cuatro banderines rojiblancos en las esquinas del verde y brindar una noche histórica, de lucha hasta el desmayo, a los miles de seguidores lebrijanos que desafiaron a la lluvia y al viento.
Aprovechó Rubi que enfrente aguardaba un equipo de Tercera para volver a su dibujo predilecto, con cuatro atrás: Barragán, Sidnei, Édgar y Francis. Muy novedosa y circunstancial la línea. Tanto, que Francis ni siquiera había entrado en una convocatoria antes. Por delante, Javi García, Kaptoum e Ismael, con los dos últimos más descolgados. Y arriba, Lainez y Tello pululando más por los carriles del ocho y el diez que por la cal para conectar con Borja Iglesias.
Las dudas del Betis atrás volvieron a aflorar por las indecisiones en el pase del portero, Dani Martín, y de sus desacoplados defensores, pero los conatos no fueron a más porque los Juanjo, Román o Pepelu, en esas zona de definición, evidenciaron que tienen otro nivel en controles, arrancadas y golpeos. Pero peligro sí que gestaron los blancos hasta tres cuartos de cancha.
En la corona del otro área, en cambio, Lainez estuvo muy dinámico y aprovechó su regate y cambio de ritmo para batir líneas. Provocó el penalti del 0-1, marcó el 0-3 en un sutil golpeo de falta por encima de la barrera (40’) tras una infracción que le hicieron a él mismo y se entendió bien con Borja Iglesias, que bordeó con habilidad la línea del fuera de juego en desmarques y paredes.
Por detrás, las arrancadas de Kaptoum, que suelen encontrar piernas que se cruzan en Primera, sí que llegaban a buen puerto ante el Antoniano y en una de ellas aprovechó la visión de juego y calidad de Borja Iglesias para cruzar con tino al palo izquierdo de Andrés (25’) en el 0-2.
Antes de ese segundo tanto, el Antoniano pudo darse el gustazo de gritar un gol de su equipo ante el Betis en la casa del Betis, ahí es nada. Hacía cuatro minutos que Tello marcó el penalti, ya arreciaba la lluvia con viento racheado y de repente, el portero visitante Dani Martín le entregó la pelota a Román en su propósito de iniciar en corto un ataque bético. El jugador de blanco dudó entre pasársela a un compañero mejor situado.
A fe que el Atleti luchó hasta la extenuación. Todo lo puso, nada se dejó. Suya no fue la responsabilidad del sainete que se orquestó en el Benito Villamarín. Con el dinero que ingresaron, se volvieron a su bella Lebrija satisfechos. Y su gente, orgullosa. Con razón.
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