Fortísimo golpe en la mesa de la Liga de un Betis magnífico para dar pie a una pregunta que va multiplicándose. La pregunta es la de cuál será el techo que la vida le tiene guardado a este Betis que Manuel Pellegrini ha moldeado con una sapiencia indiscutible. Y esperemos que las circunstancias exógenas no le jueguen en contra y que todo transcurra dentro de la normalidad para que ese techo sea el que le corresponda por juego y goles.

Triplicando el tiempo de posesión del rival, el Betis remontaba el gol que el Espanyol había conseguido en su primer acercamiento a Bravo. El Betis se había hecho dueño del balón, pero eso no se traducía en apuros para Diego López. El rival se había cerrado atrás y todo lo fiaba al contragolpe. A la media hora, un penaltito lo convertía en penalti el VAR, Borja no perdonaba, seguía el dominio territorial y poco más, hasta que Guido aprovechaba un caramelo de Fekir.

Con triunfo bético se llegaba al descanso más la sensación de que mucho habrían de cambiar las cosas para que el Betis saliese de vacío de un campo que parece una sucursal del Villamarín. Desde los tiempos de Sarriá, el campo periquito siempre fue territorio mollar para la tropa verde, blanca y verde. Y en esta fría noche de invierno daba el Betis la impresión de sobrado, aunque fútbol es fútbol, el Espanyol es gente como local y todo podía pasar en lo mucho que restaba.

Pero ese mucho que resta será una alfombra roja por la que el Betis se paseará a base de cabeza, fútbol y su consabida efectividad goleadora. Borja y Willian José redondean un póquer de goles que refleja perfectamente lo sucedido. Un Betis imperial que supo sobreponerse al gol españolista y al que no se le ve el techo. Decíamos avant match que el Betis debería en Cornellá aparcar el aluvión de agravios que padece, así fue y los muchos béticos de la novena bien que lo disfrutaron.