"La exposición continúa al viento incrementa la irritación y puede generar enrojecimiento persistente", explica un óptico-optometrista
Si no protegemos nuestros ojos, podremos sufrir desde irritaciones hasta una conjuntivitis que pueda tener consecuencias más graves
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El viento es protagonista y puede ser muy perjudicial para nuestros ojos. El óptico-optometrista de General Optica, José Ramón García Baena, afirma que: "La exposición continua al viento puede tener un impacto notable en el bienestar de nuestros ojos, ya que favorece la sequedad, incrementa la irritación y puede generar enrojecimiento persistente".
El hecho de que no resulte tan beneficioso para nosotros es porque el movimiento constante del aire acelera la evaporación de la película lagrimal, una fina capa que mantiene la superficie ocular húmeda, estable y protegida frente a agresiones externas, sin embargo, cuando el viento llega esta película se reduce más de lo habitual y los ojos pierden parte de su defensa natural y es común experimentar sequedad, enrojecimiento, picor, sensación de arenilla o incluso episodios breves de visión borrosa que dificultan la comodidad visual.
Además, también transporta consigo polvo, polen, arena y distintas partículas irritantes que pueden depositarse en la superficie ocular. Esta combinación puede desencadenar reacciones inflamatorias e irritativas, similares a la conjuntivitis, especialmente en personas con alergias o con una mayor sensibilidad ambiental. A ello se añade que las corrientes frías pueden provocar una contracción momentánea de los vasos sanguíneos del ojo, generando molestias, aumento de la sensibilidad y disminución de la lubricación natural, lo que intensifica aún más la sensación de sequedad.
Estas son las recomendaciones del óptico-optometrista para hacer frente al viento
- Evitar la exposición prolongada al viento: Es recomendable reducir las actividades al aire libre para no padecer ni ojos secos ni alergias. Si no se puede evitar la exposición, se recomienda desplazarse por zonas protegidas, como calles estrechas, pasillos entre edificios o áreas con vegetación densa, ya que estas barreras naturales reducen la fuerza del viento.
- Utilizar gafas envolventes: Estas cubren los laterales del rostro que es fundamental para tener una buena protección en situaciones ventosas, ya que crean una barrera física que impide que el aire entre de forma directa. Estas monturas no solo protegen frente a los elementos, también incorporan filtros UV que resultan esenciales para evitar que la radiación solar.
- Usar gorro o visera para desviar el flujo de aire: Puede parecer un hecho aislado, pero cubrir la cabeza es primordial para que la cantidad de viento que alcanza nuestros ojos sea mínima. En días fríos, los gorros fabricados con lana, tejidos térmicos o materiales aislantes mantienen la temperatura del rostro y evitan que el aire helado intensifique la sequedad e irritación ocular.
- Beber agua con regularidad: Esto ayuda al organismo a producir lágrimas de forma equilibrada, lo que permite mantener la superficie ocular bien lubricada incluso cuando el viento favorece una evaporación más rápida de la humedad natural del ojo. Mantener una hidratación adecuada reduce la aparición de síntomas como escozor o sensación de sequedad, que suelen intensificarse en ambientes ventosos o con baja humedad.
- Parpadear con mayor frecuencia: Este gesto resulta útil. En cada parpadeo se extiende una nueva capa de lágrima sobre el ojo, renovando su hidratación y creando una barrera natural frente al aire. Si no se parpadea lo suficiente, la película lagrimal se rompe con facilidad y aparecen molestias como ardor, picor o sensación de arenilla.
- Proteger nariz y boca con una bufanda o un pañuelo: Al igual que cubrir la cabeza, el cuello es otra zona sensible. Esto ayuda a disminuir la fuerza con la que el aire impacta en los ojos y genera un microambiente que preserva mejor la humedad ocular. Es fundamental optar por tejidos que permitan respirar con facilidad pero que ofrezcan suficiente densidad para frenar las corrientes, como algodón grueso, lana suave o fibras térmicas.
- Recurrir a lágrimas artificiales para reforzar la hidratación: Actúan como una barrera temporal que compensa la pérdida acelerada de humedad causada por el viento. Aplicarlas antes de salir ofrece una protección inicial, mientras que utilizarlas después ayuda a aliviar irritaciones o limpiar pequeñas partículas que hayan entrado en el ojo.
- No frotar los ojos bajo ninguna circunstancia: Muchas veces nos frotamos los ojos si notamos picos o algún tipo de molestia. Esto puede llevar a un gesto que puede empeorar nuestra salud ocular. Se pueden introducir partículas en nuestros ojos o desplazar microorganismos presentes en las manos hacia la zona de los párpados. Esto aumenta el riesgo de infecciones, inflamaciones o pequeñas erosiones corneales.
- Modificar la dirección al caminar para evitar el viento frontal: Siempre que sea posible es conveniente caminar en dirección al viento para evitar la sequedad ocular. Esta estrategia resulta especialmente útil durante ráfagas repentinas o en zonas donde el viento cambia de dirección con frecuencia, ya que evita que las corrientes golpeen directamente los ojos.
- Realizar una higiene ocular suave tras la exposición: Es necesario limpiar la zona de los párpados y pestañas para ayudar a eliminar los restos de polvo, polen o suciedad que hayan quedado adheridos. Para ello, se puede utilizar agua tibia, gasas estériles o toallitas específicas.
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