¿Por qué es bueno que los hijos vean llorar a los padres?: este hecho se traduce en un mensaje de seguridad

Padre llorando
Padre llorando / Freepik

La idea de llorar siempre se ha ha asociado al malestar y desde pequeños muchos padres dicen a sus hijos que no deben hacerlo, incorporándoles la idea de que es negativo. Así que si este comportamiento lo llevan a cabo los padres, la sensación para ellos es mucho peor. Sin embargo, los estudios demuestran que tienen importantes beneficios para los más pequeños.

Desde IMC Toys, se intenta cambiar esta creencia con un proyecto llamado "La revolución de los llorones" que consiste en romper con los estigmas que rodean al llanto y normalizar la vulnerabilidad emocional como una parte natural del desarrollo, tanto en niños como en adultos. Por ello, nadie se debe avergonzar por hacerlo, sino todo lo contrario, expresar las emociones es sinónimo de bienestar interior. Como afirma Conchita Sisí, psicóloga y directora de la clínica Salud en Mente, "cuando mamá o papá lloran, los niños aprenden humanidad". Además, la experta quiere reforzar la idea de que llorar es una manifestación sana, necesaria y profundamente humana.

La importancia de llorar para la regulación emocional

Se puede llorar tanto de felicidad como de tristeza. Muchas personas tienen más facilidad para hacerlo que otras, en ocasiones relacionado por su asociación con la debilidad. El llanto ayuda a liberar tensión y, sobre todo, a conectar con lo que sentimos. Cuando los padres se permiten llorar, facilitan que sus hijos aprendan por aprendizaje vicario; observando cómo otros gestionan sus emociones, integran esa información sin necesidad de experimentarla directamente. De esta forma, aprenden que sentir emociones negativas es normal y que pueden hacerlo en un espacio seguro. “Permitir que los hijos vean una emoción real, sin esconderse, acompañada de calma y contención, les enseña a vivir las suyas con naturalidad”, declara la psicóloga, quien además afirma que este tema es muy recurrente en su consulta.

Llorar como vehículo para aceptar las emociones

Las personas más introvertidas ven más complicado mostrar las emociones. Por ello, en muchas ocasiones, esto les ocasiones más problemas porque no saben cómo actuar en ciertas situaciones. Si involucramos a los más pequeños en las dificultades que se presentan en el día a día, sin que hayan temas tabú en el núcleo familiar, ayudará a los niños a desarrollarse mentalmente. Este acto no desestabiliza a los más pequeños; al contrario, les da seguridad. "El mensaje no es mamá o papá está mal sino mamá o papá también pueden estar tristes", añade Conchita Sisí. De esta manera, los hijos aprenden a reconocer y aceptar sus propias emociones fomentando la empatía y mejorando la regulación emocional.

En qué consiste el proyecto de la Revolución de los llorones

Se trata de una iniciativa que invita a abrazar las emociones sin miedo ni culpa, reivindicando que llorar también es una forma de comunicación y fortaleza. A través de mensajes positivos y la colaboración de expertos, la campaña anima a las familias a educar desde la empatía y la autenticidad, recordando que permitirnos sentir es el primer paso para enseñar a nuestros hijos a hacerlo.

No obstante, es importante señalar que no se trata de convertir a los hijos en confidentes emocionales. El límite está en la función de la conducta. Compartir emociones es adecuado cuando refleja humanidad, pero nunca cuando el niño debe asumir la carga del adulto. Acompañar estos momentos con palabras como "Estoy triste, pero estoy gestionando mis emociones", enseña a los hijos que las emociones son seguras y que se pueden experimentar a cualquier edad y en cualquier momento.

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