Blanca Macarro, trabajadora social, sobre la rehabilitación de las drogas: "Una sociedad que acompaña sin juzgar facilita la recuperación y la reinserción social"

Investigación y Tecnología

Las adicciones siguen siendo una de las caras más invisibilizadas del sufrimiento psicológico

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Blanca Macarro, trabajadora social
Blanca Macarro, trabajadora social / Cedida por Esvidas

"Darme vergüenza salir de casa, hablar con la gente o socializar... todo eso, unido a la sensación de ser juzgada, me hizo aislarme mucho. La adicción te hace antisocial y rechazas muchas ayudas, porque tienes miedo al qué dirán". Es el testimonio de Mari Carmen, paciente en proceso de recuperación en el centro Esvidas, una red de centros especializados en el tratamiento de adicciones. Pero podía ser el de cualquier persona que está en su misma situación ya que, según la Organización Mundial de la Salud, más del 70% de las personas con trastornos por consumo de sustancias no accede a tratamiento. ¿La principal causa? El estigma. En España, el silencio y el miedo al juicio ajeno siguen siendo las principales barreras para la recuperación, consolidando una situación en la que, como recuerda una paciente: "me hizo aislarme mucho".

En un momento en el que hablar de salud mental ha dejado de ser un tabú, las adicciones siguen siendo una de las caras más invisibilizadas del sufrimiento psicológico. Aunque se reconoce desde hace décadas que el consumo problemático de sustancias es una enfermedad crónica con múltiples dimensiones, la sociedad continúa relacionando esta realidad con la falta de voluntad, el fracaso personal o la debilidad moral. Este enfoque no solo es injusto, sino también peligroso porque influye en la eficacia de los tratamientos, así como también el acceso a los mismos y, por tanto, perpetúa el aislamiento de quienes más necesitan apoyo.

La enfermedad que se ignora por prejuicio

Las adicciones no son una elección. Son una enfermedad reconocida por la comunidad médica, con componentes biológicos, psicológicos y sociales. Sin embargo, a pesar de esta comprensión científica, las personas que las padecen siguen encontrándose con el rechazo, la desconfianza y la discriminación en casi todos los entornos. Desde lo familiar hasta lo laboral, desde lo institucional hasta lo médico, el estigma actúa como un muro que aísla a quienes buscan ayuda y profundiza el daño.

"El estigma genera aislamiento y retrasa la búsqueda de ayuda, lo que agrava el estado clínico y complica la recuperación", explica José Manuel Zaldúa, psicólogo y socio fundador de Esvidas, y que tiene consecuencias concretas tales como que bloquea el acceso a recursos sanitarios, interfiere en los procesos terapéuticos y refuerza la culpa que sienten muchas personas por su situación. Así es como lo había contado la paciente Mari Carmen dejando al descubierto el impacto emocional que puede tener el juicio externo y la gravedad de las consecuencias de ese aislamiento las cuales contribuyen a un ciclo de sufrimiento interminable.

"Superar una adicción no termina con abandonar el consumo"

Según el Informe Mundial sobre Drogas de 2023 de la UNODC, "los trastornos por consumo de sustancias son altamente tratables, pero más del 70% de quienes los padecen nunca recibe atención profesional". No se trata de falta de recursos, sino de barreras sociales profundamente arraigadas: el miedo, la vergüenza, la desinformación. Blanca Macarro, trabajadora social de Esvidas, lo ilustra claramente: "Hemos atendido a pacientes que, a pesar de tener trabajos estables o responsabilidades familiares, ocultaban su problema por temor a ser juzgados".

Cuando el diagnóstico llega tarde, el sistema sanitario debe enfrentarse a cuadros más graves, con mayores costes clínicos, personales y sociales. El deterioro físico y emocional se intensifica y muchas veces la persona afectada ha perdido ya vínculos, salud o empleo.

Recuperar la vida más allá del consumo

Superar una adicción no termina con abandonar el consumo. El proceso de recuperación continúa durante años y atraviesa múltiples dimensiones: la reintegración laboral, la reconstrucción de vínculos afectivos, la vuelta a los estudios, la estabilidad emocional. Aquí también el estigma juega un papel negativo ya que dificulta la contratación en empleos, frena las oportunidades formativas y hay una desconfianza en círculos cercanos. Todo ello aumenta el riesgo de recaídas y reduce las probabilidades de una recuperación sostenible.

"El entorno que rodea a la persona es clave para que la recuperación sea sostenible. Sin un apoyo adecuado, la exclusión social y laboral pueden hacer que la recaída sea la salida más accesible", sostiene Zaldúa. Porque, en última instancia, la adicción es una enfermedad que se puede tratar, pero también es una experiencia profundamente humana que necesita comprensión y apoyo continuado. En este sentido, romper este círculo vicioso implica poder implementar unos cambios reales en todos los sentidos, pero para ello se necesita un lenguaje que no juzgue, una educación temprana libre de prejuicios, profesionales formados con sensibilidad, políticas públicas inclusivas y, sobre todo, una sociedad capaz de mirar a las personas más allá de sus circunstancias. Como concluye Blanca Macarro: "Una sociedad que acompaña sin juzgar facilita la recuperación y la reinserción social".

El estigma no es un error inocente: es una barrera activa que margina, retrasa la recuperación y prolonga el sufrimiento. Detrás de cada persona con adicción hay una historia. Y esa historia no necesita juicio. "Necesita escucha, acceso a tratamiento y una segunda oportunidad". Solo así podremos hablar realmente de una sociedad más justa y humana.

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