Guillermo Acevedo, terapeuta: "El problema no es solo la cantidad de horas frente a la pantalla, sino lo que se deja de vivir fuera de ella"

El 96% de los adolescentes españoles utiliza internet a diario, una cifra que aumenta notablemente durante el verano

La psiquiatra Marián Rojas explica por qué nos enganchan las pantallas: "Las redes sociales fueron diseñadas para ser adictivas"

Pantallas, niños y vacaciones
Pantallas, niños y vacaciones / Canva

Estamos a las puertas de la finalización del curso escolar, lo que quiere decir más tiempo libre y sin una estructura sólida de organización como sucede durante el resto del año. Mientras ellos celebran la liberación de deberes y horarios, muchas familias comienzan a enfrentarse a un nuevo desafío: cómo gestionar el uso de las pantallas durante las vacaciones y ante tanto tiempo libre. Entre la conciliación laboral, la falta de rutinas y la necesidad de descanso, los dispositivos electrónicos (móviles, tablets, ordenadores y consolas) se convierten, con frecuencia, en una solución inmediata para entretener a los más jóvenes. Sin embargo, lo que comienza como una salida práctica puede transformarse rápidamente en un hábito nocivo.

El verano, con sus días largos y menos responsabilidades, puede convertirse en el caldo de cultivo perfecto para un uso excesivo de la tecnología. Y si bien es cierto que internet y los dispositivos digitales ofrecen muchas oportunidades educativas y de ocio, también entrañan riesgos importantes cuando su uso no está supervisado ni limitado. La falta de actividad física, la disminución de la interacción social cara a cara y la sobreestimulación digital pueden afectar significativamente al bienestar emocional, cognitivo y físico de niños y adolescentes. Por eso, en esta época del año, más que nunca, es esencial tomar conciencia del impacto que puede tener una exposición excesiva a las pantallas y promover alternativas saludables que favorezcan el desarrollo integral de los menores.

Riesgos del uso excesivo de pantallas en vacaciones

Durante el curso escolar, los horarios escolares, las actividades extraescolares y la rutina cotidiana actúan como freno natural al uso excesivo de dispositivos digitales. Sin embargo, cuando desaparecen esas estructuras, muchas familias observan con preocupación cómo el tiempo frente a la pantalla se dispara. Según datos recientes, el 96% de los adolescentes españoles utiliza internet a diario, una cifra que aumenta notablemente durante el verano. "El problema no es solo la cantidad de horas frente a la pantalla, sino lo que se deja de vivir fuera de ella".

"Es importante no dejar solos a los menores frente a la tecnología"

En edades tempranas, el abuso de dispositivos digitales se ha asociado con múltiples consecuencias negativas: trastornos del sueño, mayor irritabilidad, disminución de la capacidad de atención, dificultades para socializar y menor tolerancia a la frustración. En el caso de los adolescentes, cuyo cerebro aún está en desarrollo, la exposición constante a estímulos de gratificación inmediata, como los que ofrecen las redes sociales, los videojuegos o los vídeos de consumo rápido, puede alterar procesos como la regulación emocional, la motivación o el juicio crítico.

Además, las pantallas no solo entretienen: también se han convertido en un refugio emocional. En muchos casos, los menores utilizan los dispositivos como vía de escape ante el aburrimiento, la ansiedad o el malestar emocional. Esta desconexión del mundo real para refugiarse en lo digital puede hacer que los problemas emocionales no se expresen de forma abierta, sino que se camuflen tras horas y horas de uso tecnológico. Tal como señala Guillermo Acevedo, terapeuta y director del grupo sanitario Esvidas, especializado en salud conductual y tratamiento de adicciones: "El verdadero reto no es apagar el WiFi, sino encender las conexiones humanas".

Cómo prevenir que el verano se convierta en una trampa digital

La buena noticia es que se pueden tomar medidas efectivas para reducir los riesgos del uso excesivo de pantallas durante el verano. No se trata de prohibir por completo la tecnología ya que forma parte del mundo actual, sino de aprender a integrarla de forma saludable y equilibrada en la vida de los niños y adolescentes. La clave está en ofrecer alternativas atractivas, fomentar la conexión emocional con los adultos de referencia y establecer límites claros y consistentes.

"El verano no tiene por qué convertirse en una trampa digital"

Una de las estrategias más efectivas es mantener una rutina flexible pero estructurada, que combine tiempo libre con actividades planificadas. Establecer horarios específicos para el uso de pantallas ayuda a reducir su consumo descontrolado y permite a los menores anticipar cuándo podrán usar sus dispositivos. También es recomendable crear zonas libres de pantallas en casa, especialmente en momentos clave como las comidas o antes de dormir. Silenciar notificaciones, evitar tener dispositivos en la habitación por la noche y fomentar actividades al aire libre son pequeños cambios que pueden marcar una gran diferencia.

Por otro lado, es importante no dejar solos a los menores frente a la tecnología. Acompañarlos de forma activa, interesarse por lo que ven o juegan y compartir momentos presenciales —como paseos, juegos de mesa o conversaciones sin prisas— fortalece el vínculo emocional y reduce la necesidad de evasión digital. En este sentido, el aburrimiento también puede ser un aliado: lejos de ser un enemigo, permite desarrollar la creatividad, la autonomía y la capacidad de tolerar la frustración.

Detectar señales de alarma como cambios en el estado de ánimo, aislamiento, pérdida de interés por otras actividades o problemas de sueño puede ayudar a identificar un posible uso problemático. Y si es necesario, pedir ayuda profesional a tiempo es fundamental para prevenir el desarrollo de una adicción o un problema emocional más profundo.

En definitiva, el verano no tiene por qué convertirse en una trampa digital. Puede ser, por el contrario, una oportunidad única para reconectar con nuestros hijos e hijas, fomentar su bienestar emocional y enseñarles a convivir de forma saludable con la tecnología. Porque detrás de cada pantalla hay un niño que necesita ser visto, escuchado y acompañado. Y detrás de cada clic, una emoción que no debería gestionarse a solas.

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