Opinión

El Buen Fin y lágrimas de María Magdalena

  • El nuevo paso de Darío Fernández se consagra como una aportación excepcional de la imaginería contemporánea

  • La valentía de la hermandad revertirá positivamente en nuestra Semana Santa

María Magdalena, a los pies del Cristo del Buen Fin

María Magdalena, a los pies del Cristo del Buen Fin / Fran Santiago

"Os deberíais haber visto las caras". Con estas palabras, cargadas de razón y de modesto orgullo, se me acercaba un cofrade del Buen Fin en la quietud de San Antonio de Padua. Uno no terminaba de aclararse las pupilas empañadas por la pátina de la impresión y la extrañeza. Habían pasado ya varios minutos desde aquel primer impacto que nubló nuestro entendimiento, ya más abatido que desafiado. Como cuando se descubre un lugar soñado y posible solo en la imaginación; tal si se recuperase una visión perdida o se viajase a un tiempo en el que se creía haber vivido. Resulta complejo, todavía, reordenar ciertas ideas tras introducirse, de plano, en la atmósfera del misterio de Darío para Sevilla. 

El paso del Buen Fin El paso del Buen Fin

El paso del Buen Fin / Hermandad

Sí, a los periodistas se nos atribuye la virtud constructiva del análisis y la crítica, pero por un instante este imaginero -y esta hermandad- nos desmontó cualquier apreciación cercana a la objetividad. La excelencia no necesita razonamientos ni ciencia. En el centro mismo de la iglesia, como surgido de un milagro, el paso del Buen Fin, alto y certero, censuró cualquier tipo de parecer. El silencio era la única opinión compartida; un mutismo amable y risueño. Y, automáticamente, se nos elevó esa sensación rara vez alcanzada en el transcurso de nuestras vidas: la fortuna. Sabernos afortunados de estar inscritos en un instante que se convertirá en historia de la fiesta mayor de nuestra ciudad. 

Aquel anotaba, el otro fotografiaba, este sencillamente miraba. Darío (que en un principio incluso recelaba de la idea de un misterio) explicaba su concepto, el hermano mayor su apuesta y Jesús Corral el trabajo invisible de cuadrar disciplinas y autores. El tarro de ungüentos y los ropajes bordados, los dados pardos al filo del monte, la escalera quebrando las diagonales, la presencia puntualmente protagonista del romano y de San José de Arimatea, las extraordinarias policromías. No sé cuántas vueltas le dimos al paso, que ha ganado en anchura (algunos centímetros) y en longitud (una trabajadera más). El caso es que nada se ubicaba al azar, todo estaba en su sitio, especialmente el crucificado, que ocupa su lugar preponderante y en absoluto se le resta visión o perspectivas. Solo Nicodemo interactúa visualmente con el Señor. Desde la trasera, el frontal... Era, en suma, un paso de misterio con sentido, con profundidad y estudio, pleno de barroco y de consciencia. Tal si hubiéramos retrocedido cuatrocientos años. 

"Y fíjate en María Magdalena, en sus lágrimas", incidía este cofrade. Y se acabaron las rutas, los prismas y las ecuaciones espaciales. En esa mujer al pie de la cruz, rica en unción y en conmoción, en su frente astillada por el leño, se equilibran todos los tiempos de la pasión, las emociones antagónicas alcanzadas en sus extremos. De la belleza rotunda y enamoradiza hasta la extenuación del dolor desconsolado. Es la imagen que nos acerca directamente al espíritu del calvario, que nos conecta espiritualmente con la muerte a punto de ser desenclavada. Ella está más cerca que nadie de Cristo ya sin vida y sin pulso. De 1645 a 2024. Y pareciera un mismo enclave, una misma gubia, un mismo Gólgota. 

La imagen de José de Arimatea La imagen de José de Arimatea

La imagen de José de Arimatea / Hermandad

El paso de misterio del Buen Fin no es solo la ejecución de una idea valiente y necesaria, iniciativa que apuntamos a esta junta de gobierno inquieta, en la más plausible de sus acepciones. No se limita a un reforzamiento iconográfico, a un ejercicio de justicia para con la propia historia de esta cofradía de curtidores. Este misterio, además, revertirá positivamente en nuestra Semana Santa por su propia aportación y porque, esperemos, despertará al fin ciertas conciencias y desempolvará proyectos de algunos cajones a priori intratables. O, incluso, abrirá ciertas miradas y promoverá el debate y la reflexión. Que es lo que ha mantenido con vida a la fiesta. 

En la calle completará definitivamente su función, y todos los cofrades pensarán haber visto esto antes. Como si no hubiera pasado el tiempo. Como si ese misterio hubiera estado ahí siempre. Tan solo es cuestión de mirar. Y de atreverse. 

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