El Palquillo

San Luis como epicentro de una resurrección

El Señor de la Sentencia en el corazón de las naves góticas de la Catedral

El Señor de la Sentencia en el corazón de las naves góticas de la Catedral / Antonio Pizarro

Desde antiguo, y en buena medida apoyado en el carácter popular de las gentes del barrio, San Gil y la Macarena han desarrollado un marcado signo de identidad que ha sido origen de innumerables episodios de todo tipo: anecdóticos, políticos, sociales, culturales... Y antropológicos. 

No sin una mordaz sonrisa, releemos uno de los capítulos de "Sevilla: Teoría y realidad de la Semana Santa", en el que Antonio Núñez de Herrera, su autor, desgrana, como en una tira cómica que se nos dibuja conforme avanzamos en la lectura, el orgullo herido de los macarenos cuando desde las altas instancias eclesiásticas (el cardenal navarro, para más señas) nombran para la Hermandad de la Macarena, a modo de imposición, un Hermano Mayor que en modo alguno fue aceptado por los vecinos. Tanto es así que desde los balcones, las puertas y los zaguanes, arrojaban pintura azul al pobre "infiltrado" en señal de protesta. 

Porque barrio y hermandad no se entienden uno sin el otro. Aquella historia de una revolución en azul (así la tituló el periodista) sucedió a finales de los años 20 del pasado siglo, cuando la ciudad -y por ende la Semana Santa- atravesaban un episodio de esplendor sin precedentes. Pocos años después, llamaradas impías se cobraban parte del patrimonio macareno. Cerca, muy cerca de allí, fue ocultado el Señor de la Sentencia. Precisamente en la calle San Luis, a pocos pasos del mudéjar que atravesaron tantos monarcas castellanos. 

El Señor de la Sentencia en 1929 El Señor de la Sentencia en 1929

El Señor de la Sentencia en 1929

Aunque a nuestros ojos no suponga una estampa inédita (el Vía Crucis del primer viernes cuaresmal, la procesión de octubre de la Virgen del Rosario, el cincuentenario de la Virgen) lo cierto es que la calle San Luis siempre ha visto desfilar, a lo largo de la historia, a los nazarenos de la Macarena. Tantas veces como madrugadas ha procesionado la hermandad desde San Gil, antes de la construcción de la actual Basílica. E, incluso, tras la bendición del nuevo templo, la calle siempre ha significado un eje (cardo romano, no lo olviden) sentimental y fisonómico para la cofradía. A modo de muestra, unas fotografías de la revista LIFE de los años 50.

Los armaos de la Macarena se dirigen a la calle San Gil Los armaos de la Macarena se dirigen a la calle San Gil

Los armaos de la Macarena se dirigen a la calle San Gil / Revista LIFE

Nazarenos de la Macarena desembocan en la calle San LUis Nazarenos de la Macarena desembocan en la calle San LUis

Nazarenos de la Macarena desembocan en la calle San LUis / Revista LIFE

La próxima primavera, ya con el Viernes cumplido, el paso de la Sentencia, cercana la medianoche, regresará a su barrio por esta inabarcable y verticalísima calleja de la Sevilla de siempre. Y antes de llegar a la Macarena, como Rey de Reyes resucitado (triunfante y definitivo) se detendrá ante aquel retablo cerámico que sellará, en nuestra frágil memoria, casi un siglo de historia macarena. Donde, precisamente, los vecinos del barrio antepusieron su identidad y su cofradía a cualquier sinrazón, con el único objeto de preservarse a sí mismos y proteger su propia historia. Lo que fueron, lo que son, lo que serán. Cuando un sepulcro de madera descubrió la resurrección humana del Señor de la Sentencia. Será el ocho de abril. 

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