Ateísmo y libertad
DEJANDO a un lado aspectos técnicos sobre la publicidad en autobuses municipales (siempre controvertida) o sobre la respuesta o el silencio de Tussam al encargo publicitario de la Unión de Ateos y Librepensadores para alojar en algunos autobuses sevillanos la famosa proclama de una campaña internacional a favor del pensamiento ateo ("Probablemente, Dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta la vida"), es difícil quedar indiferente ante las reacciones producidas a raíz del simple anuncio de la llegada de la campaña a la ciudad de Sevilla.
Sorprende el desparpajo con el que la Iglesia exige viejos privilegios para sí y subordinación a los demás. Se inició Rouco pidiendo que el Estado tutele la libertad de expresión ante hechos como éste, para él inadmisibles. Amigo, arzobispo de Sevilla, juzgó la campaña como publicidad engañosa, blasfema, frívola e irrespetuosa con el nombre de Dios y los creyentes. Titulares periodísticos destacaban la contrariedad que podía provocar la simple expresión de una idea en una ciudad como Sevilla en vísperas de la Cuaresma y la Semana Santa. Un representante de una organización cofrade declaró que "tiene que haber libertad de opinión, ideológica y religiosa, pero que no entre en colisión con la libertad del resto de las personas".
No hay que ser muy suspicaz para ver en todas estas manifestaciones una amenaza a la libertad de expresión y de conciencia. Hablan bien a las claras de restringir la primera, aunque se trate de mensajes pacíficos e inofensivos, y de obstaculizar la segunda al dar por hecho que existen conciencias de primera (las suyas) y otras que no deben aspirar a nada más allá de una existencia discreta.
En una ciudad estampada en todas sus señas y rincones con mensajes católicos (callejero, monumentos, calendario...) ¿quién se pregunta si se está faltando continuamente al respeto de los no creyentes o de los que tienen creencias distintas? En una sociedad de consumo en la que pocas barreras quedan por romper a una publicidad cada vez más agresiva y transgresora ¿cómo pueden surgir estas voces escandalizadas que han callado ante otras campañas realmente frívolas?
El papel del Ayuntamiento en este asunto es aún más preocupante, porque es una institución pública obligada a respetar y hacer respetar los derechos de todos los ciudadanos. Sin embargo, no destaca entre los más consecuentes con los modos laicos que debiera cuidar según la Constitución, plegándose sistemáticamente a las demandas de la confesión religiosa mayoritaria. Ahora que reclaman que no se admita la circulación de autobuses urbanos con la publicidad de los librepensadores, el Ayuntamiento mantiene un silencio inquietante. ¿Puede Sevilla homologarse con las ciudades más avanzadas del mundo libre si sus representantes públicos se comportan así?
Los promotores de la campaña pretenden, según dicen, "sensibilizar a los ciudadanos ateos, no creyentes y librepensadores en general de la necesidad de hacerse visibles para evitar que las confesiones religiosas sigan imponiendo sus normas morales y sus intereses particulares al conjunto de la sociedad".
¡Qué bien le vendría a Sevilla!
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