Casi un millón de euros de dinero público se ha enterrado ya en la estructura abandonada de la comisaría de Policía de la Gavidia, un inmueble que fue adquirido tras su cierre en 2003 por el Ayuntamiento de Sevilla en virtud de un acuerdo con el Ministerio del Interior y que ha resultado ser a fecha de hoy un mal negocio para la ciudad. Tal y como publicó este martes este periódico, la Gavidia sigue sin futuro y fuera del debate político.

Esta cifra corresponde al pago de la seguridad privada contratada para vigilar el edificio y evitar que sea ocupado o más dañado. De hecho, esta medida se adoptó en 2007, año en el que el Ayuntamiento tuvo que desalojar la comisaría, que ya llevaba cuatro años cerrada y que había sido ocupada y desvalijada. Este saqueo, con cables, tuberías y aparatos de aire acondicionado arrancados de cuajo, es en parte la causa de filtraciones de agua que sufre el edificio y que amenazan su estructura metálica. En esa fecha, Urbanismo limpió de escombros y basuras el inmueble y contrató la seguridad.

Sólo entre 2007 y 2012 el gasto se elevó a 702.612 euros, pues los primeros contratos, que se hicieron en el último mandato de Alfredo Sánchez Monteseirín, eran de 150.000 euros al año. Ya con Juan Ignacio Zoido como alcalde la cuantía se rebajó considerablemente, con contratos de 64.000 euros como máximo. El último, ya con Espadas como alcalde, es de 41.960 euros. La suma de todos supera los 950.000 euros.

Este coste ha sido criticado por el PSOE desde que estaba en la oposición. Ya en el gobierno, tras la paralización de la recalificación iniciada por el PP, el concejal Antonio Muñoz aseguró que el objetivo del equipo de Juan Espadas sería lograr que la Gavidia deje de ser "un centro de gastos", para convertirse en un equipamiento sociocultural o administrativo.

En esta misma línea, Muñoz aseguró este martes que el gobierno de Espadas está trabajando para dotar de un nuevo uso a la Gavidia y que no va a dejar de trabajar en ello para buscar financiación. Además, confirmó que la propuesta del colectivo Entre adoquines para convertir el edificio en un espacio de convivencia para empresas y jóvenes universitarios es una buena idea, pero que necesita un socio inversor. La falta de financiación es ahora el único escollo que pesa sobre la rehabilitación de la antigua comisaría.