"Dirijo concursos de acreedores en Sevilla por 300 millones de euros"
"La base de la crisis es la especulación, como demuestra el hecho de que los 5 mercados de derivados muevan 100 veces más dinero que todo el PIB mundial"
Alfonso Contreras no es un abogado cualquiera. Pocos saben que este letrado sevillano, que ejerce en Sevilla y Madrid, y lleva casos en Estados Unidos e Inglaterra, lo mismo en francés que en inglés, y tiene un elevado caché profesional, es uno de los máximos expertos en los concursos de acreedores, las antiguas suspensiones de pagos, aunque su ámbito de actuación abarca todo el Derecho Mercantil. Discípulo de Guillermo Jiménez, vicepresidente del Tribunal Constitucional, Alfonso Contreras es profesor asociado doctor de Derecho Mercantil en la Universidad Hispalenses, experto en Derecho bursátil y pionero en el contrato de futuros financieros, objeto de un libro suyo editado por Marcial Pons.
Su modelo de abogado es el recordado Pedrol Ríus y su modelo de despacho, el de los bufetes ingleses, esos que por discreción ni siquiera colocan una placa a la puerta porque lo fían todo al boca-oído como fruto del prestigio acumulado en los casos tratados a lo largo de una trayectoria profesional.
-Tenemos entendido que uno de los casos en que usted intervino aquí en Sevilla influyó decisivamente en la manera en que se redactó la Ley Concursal.
-Tras la Expo conseguí la anulación de un convenio de suspensión de pagos por valor de 18.000 millones de pesetas (108 millones de euros) en que se había acordado una quita del 95% de la deuda. Los tribunales anularon aquel escandaloso convenio y el caso se tuvo en cuenta para evitar situaciones similares en la Ley Concursal.
-Desde su experiencia como experto en procesos concursales, ¿cómo está afectando la crisis económica en Sevilla?
-Está afectando, y seriamente. Ya que usted me insiste y sólo a título indicativo, pues soy renuente a dar mucha información, puedo decirle que sólo en lo que va de año dirijo en Sevilla 16 procesos concursales y que el volumen del pasivo supera los 300 millones de euros.
-¿Cuáles son los sectores más afectados?
-Obviamente, el inmobiliario y todo cuanto tenga que ver con la construcción.
-¿Cómo se explica esta crisis?
-Es más financiera que inmobiliaria y su causa última es la avaricia, pero no es una crisis del capitalismo. El modelo capitalista del libre mercado es el mejor posible para organizar la economía. Pero, ¿qué está pasando? Mire, si se suma el volumen total de lo que se mueve en los cinco mercados de derivados del mundo (dos en Chicago, más los de Londres, Tokio y Fráncfort), la cifra supera en 100 veces el PIB del mundo. Esto es pura especulación y la base de la crisis actual: jugar con cosas ficticias que ni siquiera existen.
-¿Cómo enfoca los procesos concursales, obviamente la situación más difícil a que puede verse abocada una compañía?
-Yo no represento a ningún gran bufete, como los que ahora están de moda y que suelen dar soluciones uniformes a los problemas con manuales al uso. Yo soy un artesano de la abogacía que trato de ofrecer soluciones personalizadas a los clientes mediante el estudio a fondo de sus circunstancias. Si se me permite la metáfora, yo soy como un pintor que pinta retratos mientras que otros sólo toman fotografías y de forma masiva.
-Pero, por decirlo también metafóricamente, cada vez quedan menos pintores de cámara. Lo normal ahora es la integración en un gran bufete que abarque todas las ramas del Derecho.
-Siempre habrá un lugar para el especialista de excelencia y con la independencia suficiente como para aceptar la defensa que desee. Como abogado, no tengo ideas políticas. Soy independiente y, además, procuro seguir la máxima de José Ramón Cisneros, uno de mis maestros: "El letrado, para serlo bueno, debe tener independencia económica para que nunca pueda ser comprado por una multinacional".
-Su concepto de la abogacía choca un tanto con el hoy vigente.
-Sí, porque yo defiendo las tradiciones de la abogacía. Por ejemplo, la pasantía antigua, que yo aprendí con Adolfo Cuéllar. No te enseñaban Derecho, sino a ser abogado y a tratar con los clientes, los tribunales y los compañeros. Te enseñaban a estar en la vida profesional y a ser depositario de una tradición. Era el señorío de la abogacía. Ahora, la abogacía se ha proletarizado y se ha convertido en un negocio. De la gran escuela sevillana sólo quedan Manuel Olivencia, Manuel Clavero, Manuel Cossío y Francisco Baena Bocanegra.
-¿A quién no defendería nunca?
-Por cláusula de conciencia no defendería nunca ni a un terrorista ni a un pederasta, pero, si no hubiera ningún otro abogado, los defendería por mera obligación deontológica.
-¿No cree que en la actual sociedad de consumo todo se mercantiliza cada vez más?
-Efectivamente, la generalización del Derecho Mercantil en el sentido de su extensión a los aspectos de la vida cotidiana es cada vez más evidente. Fíjese que antiguamente sólo los grandes empresarios utilizaban cheques, letras de cambio y tarjetas de crédito y prácticamente eran los únicos que jugaban en la Bolsa. Todos esos instrumentos mercantiles se han ido popularizando y forman ya parte de los usos y costumbres de la vida diaria. ¿Quién no tiene ahora acciones en la Bolsa de valores o participaciones en fondos de inversión?
Podría decirse que el Derecho Civil ha ido quedando relegado a las cuestiones de índole familiar mientras que el Derecho Mercantil regula cada vez más nuestra vida. Todos los ciudadanos acabaremos siendo empresarios de nosotros mismos, con las obligaciones que ahora parecen circunscritas a las empresas. De presentarle nuestra declaración de la renta a Hacienda pasaremos a responsabilizarnos de todos los aspectos económicos relacionados con nuestra persona o, en su defecto, la Banca lo hará por nosotros a cambio del cobro de una cuota. En la vida diaria toda estará mercantilizado y precisará de una ordenación jurídica, la que ofrece el Derecho Mercantil. Acabaremos como en la cultura americana, donde nada es gratis y todo tiene un coste y un precio.
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