Historias en pandemia

Francisco Franco, estudioso de epidemias y desecador de lagunas

  • El catedrático sevillano del siglo XVI elaboró un divulgativo tratado para combatir "la pestilencia" que causaba miles de víctimias

Los sevillanos de la serie 'La peste' de Movistar +

Los sevillanos de la serie 'La peste' de Movistar + / Movistar

Francisco Franco resume el mal de la epidemia como una “fiera brava y feroz de grandes fuerzas”, una “dolencia común de la cual mueren muchos”. Y así se dirigía a Franco al Cabildo de la ciudad de Sevilla para brindarle su análisis de la peste, “la pestilencia”, que había diezmado a la localidad de Utrera meses atrás. “La causa común es el aire”, el “aire podrido” que causa la afección en los seres humanos.

Francisco Franco desecaba lagunas, focos de infecciones, donde se hallaba el origen de la pestilencia para él. Desecar y depurar el agua de consumo era la mejor manera de atajar el grave problema de salud de sus coetáneos. Para limpiar así el aire, que es una “sustancia tan delgada y fútil” que se ve contaminada rápidamente por la “humedad mohosa”: la causante de la putrefacción y la peste.

La mala preservación del agua era el evidente motivo por el que fallecían decenas de paisanos. En su tratado sevillano pide “cuidar las fuentes”, la calidad de las aguas de la que se surten las casas, y secar charcos y cualquier otro nido de infección que pudriese el aire.

El Libro de enfermedades contagiosas y de la preseruación dellas, escrito en 1569 e impreso por Alonso de Barrera, es su valoración de lo vivido en Utrera, con todas sus consideraciones de afecciones, sustancias medicinales y tratamiento de los alimentos. Ante una epidemia el consejo más directo sería huir o esquivar de los lugares infectados, pero precisamente Franco escribió este volumen en castellano no para que se luciera en los estantes universitarios, sino para que fuera un manual próximo en los hogares y atender así a sus recomendaciones. A la ciudad de Sevilla le exhortó crear un jardín botánico para tener a mano hierbas y bayas que se convirtieran en tratamientos en tiempos de epidemias.

Portada de 'El libro de enfermedades contagiosas' de Francisco Franco Portada de 'El libro de enfermedades contagiosas' de Francisco Franco

Portada de 'El libro de enfermedades contagiosas' de Francisco Franco

Este Franco, el primer Francisco Franco de la Historia de España, presumiblemente descendiente de judíos, fue médico del rey de Portugal, corte en la que fraguó su prestigio antes de recalar como catedrático de Medicina en la Universidad de Sevilla.

El desecado de las lagunas en torno a Alcalá de Henares ya lo efectuó con éxito en el año 1543. Esa experiencia en la epidemia de peste alimentó su observación para redactar su posterior tratado para las autoridades hispalenses ante la importante población y trasiego de viajeros que soportaba la ciudad, eje del comercio entre Europa y América. Alberto Rodríguez y Rafael Cobos esbozaron el mosaico de aquella Sevilla en la serie La peste producida para Movistar +.

Francisco Franco fue uno de los personajes reales de aquellos años de pandemia, quien recomienda a todos que “la sanidad es un hábito”, por lo que la limpieza y una alimentación correcta es lo mejor para combatir las enfermedades. Salud al día, casi cinco siglo antes de Canal Sur. “La salud no se pega, pero la enfermedad se pega”, es su razonamiento para tener una actitud activa de hábitos sanos. Recuerda que los contagios se pueden dar por contacto directo con los enfermos; por la asimilación del mal a través de sus fómites, sus pertenencias; y también por sus evacuaciones (cómo debían ser las calles europeas de por entonces).

Este médico de la Sevilla de “la pestilencia” nació en el reino de Valencia, en Játiva, en el año 1515 y sus estudios de Medicina los desarrolló en la universidad valenciana antes de instalarse en Alcalá de Henares. El joven era catedrático en la sede complutense cuando ayudó en esta localidad a erradicar las epidemias antes de pasar a la localidad lusa de Coimbra desde donde fue llamado para incorporarse a la corte del rey portugués Juan III.

Franco, estudioso de las propiedades del polvo de cuerno de unicornio (es decir, de rinoceronte), debió de ser un hombre muy cosmopolita e inquieto, entregado a sus estudios, recorrió varios países dando clases y se convirtió en una de las principales autoridades en medicina preventiva.

Cerveza, aguardiente, vino de maíz: las bebidas de Sevilla 

Su otro libro sevillano, más breve, fue el Tractado de la nieue y del vso della, también impreso en 1569, en el que recomienda enfriar las bebidas (sin el contacto de la nieve con el líquido) para así depurarlas y hacerlas beneficiosas para la salud, una de sus preocupaciones ante las altas temperaturas de la ciudad de su cátedra definitiva.

En tiempos de pandemia de peste Franco advierte, por ejemplo, de no beber cerveza, por la posible contaminación del agua. Sin embargo, pasado el meridiano del siglo XV, al doctor setabense le sorprende que en Sevilla la cerveza sea “un licor amado por todos”. También cuestiona otro de los caldos de las tabernas sevillanas, la aloxa, hidromiel con especias que abarcaba todos los niveles de graduación y que era la bebida típica para degustar en las noches de teatro.

La principal alarma en torno a las de bebidas que hace en sus tratados Franco es el consumo de aguardiente, tan consumido por los sevillanos según su observación: “no es una bebida para una ciudad tan calurosa”, lamenta.

Y también abomina de la elaboración y voraz consumo del llamado vino de maíz, es decir, lo que ahora llamamos bourbon, de una planta americana introducida en España apenas unos decenios antes.El doctor tocayo del dictador valoraba más los vinos de uva, sobre todo, ya por entonces, “de la manzanilla y el jerez”, los de más calidad para el consumo en Sevilla ya que “no necesitan tanta agua”.

Sin controlarse la graduación alcohólica, los cercanos vinos se mantenían en mejores condiciones, pero siempre se añadía por entonces bastante agua para rebajarlos. Recomendaba entonces tomar la manzanilla con “cinco partes de agua y dos de vino”. Podría ser la proporción en la que se tomaba entonces la feriante bebida en la Sevilla de hace casi cinco siglos.

Este primer Francisco Franco se pierde en la historia después de sus dos volúmenes, tal vez fallecido de alguna de esas epidemias cuyas causas y comportamiento analizó durante unos decenios de esplendor y supervivencia.

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