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Cuando el Hábitat Urbano no era un reclamo político

  • Modélico. Primero se hicieron los Azules y después los Marrones. Un total de 53 bloques con la Casa Cuna como frontera de un barrio que convirtió en ciudad el extrarradio. Una barriada peatonal, verde, con dos colegios muy machadianos

Todavía no existía el Hábitat Urbano como delegación municipal ni reclamo político, no habían llegados los gurús de la sostenibilidad o el cambio climático, pero ya había un barrio en Sevilla que se había construido con un diseño peatonal, de ciudad verde. Primero construyeron las tres fases de los azules, después las cinco de los marrones. Estamos en el barrio de San Diego. Un total de 53 bloques con una población aproximada de cinco mil personas, más o menos la que tiene el pueblo de La Campana del que procedía Amor Romero Fernández, nacida el 21 de julio de 1936, inquilina de los azules, que llegó en 1982 con su marido y sus hijas María del Amor, Nieves y Zenaida.

El punto de referencia es la Casa Cuna, un edificio de Antonio Gómez Millán que en 1990 la Diputación cedió para sede de la Fundación Sal Telmo. Nieves Navarro Romero llegó a San Diego con quince años. Tres décadas y media en el barrio, donde se casó en 1994, donde nacieron sus hijos Santos y José Antonio, hoy un universitario y un bachiller que estudiaron en el colegio Juan de Mairena, uno de los dos con los que cuenta el barrio. Le hicieron una ampliación que se conoce como el Mairenilla. El otro colegio es el Hermanos Machado.

Hay un antes y un después del barrio con la eliminación del cable de alta tensión

A Nieves y Santos los casó el cura Javier Santos en la iglesia Santa María de la Cabeza. La antigua, antes de que construyeran un nuevo templo que parece un barco con una cruz como mascarón de proa y da los toques del Ángelus con un campanario eléctrico. La familia Navarro Romero llegó a San Diego un año antes de que accediera a la Alcaldía Manuel del Valle. Hoy siguen viviendo en los marrones y el ex alcalde está en el callejero. Un icono del barrio se convirtió en una de las pesadillas de Soledad Becerril: un cable de alta tensión que separaba los azules de los marrones, es decir, el San Diego Viejo del San Diego Nuevo. "Era un peligro", dice Nieves, "porque separaba una zona frecuentada por niños, con dos colegios. Hubo muchas movilizaciones".

Al despacho de Manuel del Valle llegó una carta con el remite de esta periodista vecina de San Diego. Lo que ahora es la Avenida de la Mujer Trabajadora era un camino de cabras por donde pasaba el autobús 43 hacia el Polígono Calonge. "Cada vez que llovía, se creaba un barrizal y era imposible subir al autobús. Aquello era el rosario de la aurora". Por allí pasaba la que entonces se llamaba carretera del manicomio, en referencia al de Miraflores, nombre que remite al relato María de mi corazón de Gabriel García Márquez.

Cuando empezaron a salir, Santos le preguntó a Nieves si se había ido a vivir a Carmona. Las fotografías antiguas reflejan una zona que era pleno extrarradio y se fue humanizando y urbanizando. En el interior, lleno de zonas con sombra, no hay carril-bici, pero sí caminos escolares bien señalizados, como los de Hansel y Gretel. "Al barrio le decíamos Buenos Aires, porque cada vez que había un poquito de levante en Cádiz, llegaba a San Diego".

Cuatro béticos y tres sevilistas están en la junta directiva de la Peña Sevilla-Betis

Se han perdido algunas cosas. Ya no se celebra la Velá. Tampoco la Cabalgata, que siempre contaba con los mismos reyes: El Barbas, ya fallecido, recordado en el bar de los Hermanos Bernal en una plaza con una cruceta vecinal que se colocó siendo delegado del distrito Carmelo Gómez; Salvador, el carnicero, que desde su carroza echaba paletas, salchichones y otras delicias de charcutería; y Jesús, que regentaba una pollería y freiduría, había hecho sus pinitos en la tauromaquia y era quien conseguía las carrozas que llegaban desde Valencina.

San Diego es un laberinto en el sentido poético y en el prosaico. La poesía viene con los árboles, con el sentido de la convivencia, reflejado en una norma "no escrita", consuetudinaria diría Juan de Mairena, que permite que todos aparquen aunque haya más coches que plazas de aparcamiento. La prosa la trae cierto caos en la numeración de los bloques. "Los carteros y los taxistas se vuelven locos". Santos, el marido de Nieves, guió a técnicos de la gerencia de Urbanismo por los caminos del barrio para que atendieran con sentido común a las demandas de quienes llevaban un carro de inválido o de niños pequeños.

En el Guinness de los barrios, San Diego tiene la primera peña Sevilla-Betis de España. En la junta directiva hay cuatro béticos -incluido su presidente, Manuel Carrascosa- y tres sevillistas. En un pergamino están las letras de El Arrebato y de Rafa Serna y la próxima semana celebrarán los cuarenta años de la Copa del Rey que el Betis le ganó al Athletic de Bilbao y el décimo aniversario de la que el Sevilla ganó al Getafe. El crepúsculo de Antonio Puerta.

A la inauguración del bar En C'ar Conde acudió un señor disfrazado de conde. Es el bar con la barra más larga de Sevilla. Juan Manuel Páez, jerezano muestra la carta, un apartado de la realeza, con apócopes como Leti, Urdi o Froi, y otro de rangos eclesiásticos que parece una procesión del Corpus, que hoy se celebra en el barrio: pueden pedir el Cardenal, el Monaguillo, el Sacristán, el Arcipreste, el Deán, el Fraile e incluso el Monseñor Amigo, que lleva jamón y palometa.

A San Diego se puede llegar en el 15 y en el 16, que hace la línea Rialto-Valdezorras. De cine de Fray Jerónimo de Córdoba a parada de autobús en la que esta semana ponen Los Vigilantes de la Playa. San Diego está rodeada por un lado por los barrios Las Almenas y Parqueflores; la avenida de la Mujer Trabajadora lo separa de Los Arcos; en el otro sentido, Los Carteros viejo y Los Carteros nuevo, donde hubo un asentamiento chabolista.

En San Diego, el azul despinta más que el marrón. "La única diferencia es que en los azules, como los hicieron antes, la población es algo mayor que en los marrones", dice Nieves. Junto a la avenida Manuel del Valle y la pesadilla de Soledad Becerril.

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