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Héroes de café con tostada

  • Primicia. Se presentó en el Ateneo ‘Los desayunos de Ataúlfo Veritario’, segunda novela de un catedrático de Lógica y Filosofía de la Universidad

De izquierda a derecha, Joaquín Dholdán, Ángel Nepomuceno Fernández, Gerardo Pérez Calero, Carlos Alarcón e Ismael Rojas.

De izquierda a derecha, Joaquín Dholdán, Ángel Nepomuceno Fernández, Gerardo Pérez Calero, Carlos Alarcón e Ismael Rojas. / Juan Carlos Muñoz

COMO fue una estupenda clase de Filosofía, podemos empezar con Pascal, que decía que todos los males vienen de la dichosa manía del ser humano de salir de casa. En el caso de Los desayunos de Ataúlfo Veritario (Anantes), segunda novela de Ángel Nepomuceno Fernández, catedrático de Lógica y Filosofía de la Universidad, la tesis es al contrario por una frase que aparece en el libro: “Un hombre todo el día en casa es un estorbo”.

Más que una presentación, fue un encuentro del maestro con sus alumnos o discípulos. Ismael Rojas, el editor, fue alumno suyo en la Universidad. Joaquín Dholdán, novelista y dentista uruguayo, uno de los presentadores, no fue alumno suyo, ya le hubiera gustado. “La Filosofía, esa asignatura que de tanto en tanto quieren quitar, te ayuda a ser mejor persona, descansa en el amor al conocimiento y a pensar. Uno de los principales objetivos de la humanidad si no el único”.

Carlos Alarcón lo conoció hace más de treinta años cuando fue al Departamento de Lógica de la Universidad en busca de apoyo bibliográfico para su tesis doctoral. Celebró la segunda novela de su colega, un viaje de la filosofía a la literatura que ya hicieron Jostein Gaarder con El mundo de Sofía o Fernando Savater con Ética para Amador. Animó al autor a dedicar su próxima novela a la figura de Wiggenstein.

“Con Calderón la vida es sueño y con Wiggenstein la vida es juego”. Y Alarcón puso el guión de ese vienés que vivió en una casa donde iban a tocar Brahms y Mahler, con una hermana que fue modelo de Klimt. Un antibelicista que fue compañero de clase de Hitler y aprendió economía con Keynes en Cambridge.El autor nació en 1950 en Villanueva del Río y Minas y se crió en Los Rosales. Un hombre de pueblo y del mundo que empieza su novela con una cita de San Mateo y abre el libro con un capítulo titulado El Bar, como la película de Alex de la Iglesia. El bar donde Ataúlfo Veritario, “me gustaba el nombre del segundo de los reyes godos”, desayuna y ve pasar la vida. “Esta novela reivindica un nuevo héroe inteligente que toma café con tostada”, dice Joaquín Dholdán.

El acto lo presidió Gerardo Pérez Calero, bibliotecario del Ateneo y hermano del presidente de esta institución. El catedrático de Lógica, miembro de la tertulia La Literata, cuenta que todo empezó tras la tercera de las cuatro operaciones de hernia que ha tenido. Siguiendo a su pesar el consejo de Pascal, el encierro en casa por prescripción facultativa lo desbloqueó escribiendo textos por el correo electrónico.En el Ateneo se dieron cita personajes como José María de la Cuadra, empresario que publicó en Anantes su primer libro de poesía, o Álvaro Pereira, un cura que aparcó su bicicleta en la calle Orfila, director del SARU (Servicio de Asistencia Religiosa de la Universidad). Segunda novela después de El anillo de París.

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