Ideal: sitio donde se está como Dios

Calle Rioja

Selecta nevería. Hace un cuarto de siglo cerró sus puertas el cine de verano Ideal, un clásico de la Alameda de Hércules que hoy acoge una residencia de sacerdotes.

Ideal: sitio donde se está como Dios
Ideal: sitio donde se está como Dios
Francisco Correal

14 de agosto 2012 - 05:03

EL fresco verano llena / andaluzas soledades... Y en un molino de nieve / levanto una nevería" (Luis Cernuda).

Si alguien quiere volver a abrir el Ideal, el clásico cine de verano de la Alameda de Hércules, la puerta es la misma que se cerró a cal y canto a este disfrute estival con el final del verano de hace un cuarto de siglo. Todo lo demás ha cambiado. Sólo el recuerdo permanece. El mundo al revés. Entonces el cine de verano estaba abierto y la Casa de las Sirenas cerrada. Hoy en el cine habita el cernudiano olvido y el antiguo palacio es un centro cívico, terminología de estos tiempos terminales.

El nombre no podía estar mejor elegido: Ideal. Lo abrieron en la década de los cincuenta los hermanos Luis, Rodrigo y Leovigildo García, cordobeses de Puente Genil. Permanece el rosetón, pero ha cambiado la fisonomía del edificio que se abría al público de general por la calle Jesús del Gran Poder y al de preferencia por la calle Becas, donde ahora se accede a la residencia de sacerdotes.

El Ideal, nacido para mitigar las flaquezas de la posguerra, aguantó dos generaciones. "La Alameda era el centro vital de la ciudad", dice Carlos, uno de los tres hijos de Luis García que cogió el testigo de la familia, "la Alameda era un crisol donde convivían lo antiguo y lo moderno, por usar un bonito eufemismo. Con cine de verano, esto hoy sería el acabose".

La puerta de hierro, que antes era de madera, sigue siendo la misma. La gente aguardaba impaciente su apertura para entrar por un pasillo en cuyos dos lados se anunciaban los reestrenos -"los estrenos estaban terminantemente prohibidos"- para toda la semana. El público estaban bien informado. Como en las décadas de los sesenta y setenta la competencia de cines de verano era copiosa, había que vender el producto. Cuando terminaba la proyección, Carlos y sus hermanos cogían la bicicleta o la moto y repartían 33 carteles de la película del día siguiente por diferentes puntos de la ciudad, "desde la Encarnación al Pumarejo", para que la ciudad se desayunara con la novedad, que podía ser Ben-Hur o Kárate a muerte en Bangkok.

Las temperaturas no han bajado con el paso de los años, pero este lujo del sur, martillo de canículas y hastíos, fue desapareciendo paulatinamente. No fue la especulación propiamente dicha, o el obligado barbecho de este tipo de cinematografía de temporada lo que acabó con la oferta. "La puntilla se la puso el vídeo comunitario". Los hijos de Luis y de Carmen Gutiérrez, cinéfila que atendía el ambigú, empezaron a ver a extraños personajes que tomaban nota de las películas para programarlas por ese conducto doméstico que hizo furor antes de que sofisticados varilleros propagasen las redes sociales.

El cine Ideal compartía solar con una panadería y los vecinos que vivían en la zona de arriba no necesitaban fisgar para ver la película de gañote porque contaban con pases de favor de la empresa. Hubo un tiempo en el que el cine convivió con los combates de boxeo y lucha libre hasta que el séptimo arte cayó en la lona del minimalismo cultural. Ahora la gente se baja las películas en el ordenador; antes descendían directamente de las estrellas, previo acuerdo con la Metro y la Paramount para cerrar las listas de películas.

Los hijos de Luis García y Carmen Gutiérrez recuerdan éxitos apoteósicos como El nombre de la rosa, ya en las postrimerías de la noche entendida como una de las bellas artes. El Ideal contaba con 3.500 localidades en un patio de 2.900 metros cuadrados. A su cierre, aunque durante un tiempo funcionó como campo de futbito, pronto adquirió su actual destino como residencia sacerdotal.

Lee van Cleef y Bruce Lee eran patronos de esta filmoteca en la que el Viejo Oeste y el Lejano Oriente jugaban al ecumenismo del caballo y el dragón. El cine de verano murió en el duelo al sol. Ahora existe el cine en verano, que no es lo mismo. No había carril-bicil y los usuarios dejaban las bicicletas bajo la gigantesca pantalla cortejada por buganvillas, limoneros y damas de noche. El hilo musical eran cientos de espectadores emulando a los roedores con las pipas. El Ideal cerró con 125 pesetas la entrada. El euro, dichoso apócope, era una entelequia, ficción de Ray Bradbury.

stats