Inquilinos incómodos
Las administraciones actúan ante la proliferación de especies invasoras como el mejillón cebra o la cotorra Kramer.
La proliferación de diversas especies alóctonas (de otros países), la mayoría de ellas exóticas, amenaza la biodiversidad de la provincia. A la ruidosa cotorra de Kramer o al dañino picudo rojo se suman otras especies que, pese a que en Sevilla su presencia aún es mínima, comienzan a causar daños en provincias cercanas. Se trata del mejillón cebra, el mosquito tigre, el cangrejo chino, la almeja asiática, el briozoos, el cangrejo americano o la cotorra argentina.
La especie que más estragos está provocando actualmente en los embalses andaluces es el mejillón cebra. La Junta de Andalucía ha creado una mesa de seguimiento en la que participan las confederaciones hidrográficas del Guadalquivir y del Guadiana, la Federación Andaluza de Municipios y Provincias y asociaciones de regantes, pescadores y actividades acuáticas con el objetivo de desarrollar un protocolo de actuación conjunto para controlar la proliferación de este bivalvo que provoca graves perjuicios económicos.
A diferencia de lo que ocurre en el Ebro, "totalmente colonizado" por esta especie, según explican fuentes de la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio, en Andalucía el mejillón cebra no afecta a la biodiversidad pero sí deteriora las infraestructuras de las presas, principalmente. Esta especie exótica se adhiere a todo tipo de tuberías, rejillas y motores, llegando a obturarlos e inutilizarlos.
El primer caso se detectó en 2009 en el embalse granadino de Los Bermejales. Pese a las medidas de prevención y control para evitar el contagio de otros embalses, las abundantes lluvias de 2010 obligaron, por motivo de seguridad, a desembalsar agua, y el mejillón pasó al Iznájar (Córdoba).
Según Juan Serrato, director general de Planificación y Gestión del Dominio Público Hidráulico, las condiciones climatológicas favorecen la rápida proliferación de este molusco. "Los embalses aquí tienen una temperatura media de entre 10 y 12 grados, esto es un caldo de cultivo", subraya Serrato. "Su ciclo se acelera, y mientras que en el Ebro sólo se reproducen una vez al año, tenemos constancia de que aquí al menos lo hacen dos veces al año".
Víctor Cifuentes, de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG), por su parte, asegura que su presencia en la provincia de Sevilla aún es mínima. Los primeros casos no aparecieron hasta 2014. De momento no hay ningún embalse afectado, sólo los canales de riego del Bajo Guadalquivir y el Valle Inferior.
La vía principal de contaminación es la navegación. Los ejemplares y las larvas viajan en los cascos de las embarcaciones o en objetos que han estado en contacto con aguas contaminadas, como neoprenos, piraguas o colchonetas. "Hay que secar bien todo y desinfectar con lejía. El mejillón cebra puede sobrevivir varios días fuera del agua", apunta Serrato.
La Confederación Hidrográfica del Guadalquivir destinó en 2014 seis millones de euros al estudio de esta especie y la investigación de sistemas de control. Además, en el Plan Hidrológico de la cuenca, con vigencia hasta 2021, se prevé destinar otros 4,5 millones de euros.
En este sentido, en febrero, la CHG instaló en el embalse sevillano de Peñaflor la primera estación de monitorización en continuo de larvas de mejillón cebra. Aunque aún no hay presencia de esta especie en este embalse, se trata de un punto clave, "un chivato", ya que de éste parte el canal de riego que abastece al Valle Inferior y al Bajo Guadalquivir, según anota Víctor Cifuentes. Este sistema de muestreo permite obtener datos más exactos de la concentración de larvas, lo que permitirá tomar decisiones con antelación a que se produzca su invasión y proliferación.
De forma paralela, la CHG también ha impulsado un sistema pionero para la detección precoz del mejillón cebra mediante el análisis de ADN medioambiental, presente en el agua y que se desprende de todos los organismos que habitan en este medio a través de sus heces, orina o piel.
Víctor Cifuentes habla de otra especie invasora que "preocupa especialmente" a las comunidades de regantes. Se trata del briozoos, una especie de "pequeños gusanos traslúcidos" muy resistente que obstruyen y colapsan el sistema de riego y contamina el agua.
En la dársena del Puerto de Sevilla, por otro lado, habita desde hace más de 20 años el cangrejo chino. Éste provoca un impacto negativo en la fauna y flora por su dieta destructora. Además, se caracteriza por cavar madrigueras o galerías subterráneas en las márgenes, que pueden provocar algunos derrumbamientos.
La Junta inició en 2001 un programa de capturas con redes junto con la Autoridad Portuaria de Sevilla. Al tratarse de un medio acuático, los resultados de las acciones son más difíciles de comprobar, según señalan desde la Consejería de Medio Ambiente. Sí admiten que el número de ejemplares se ha reducido considerablemente en los últimos años, pero "nunca se podrá decir que se ha erradicado".
Desde la Administración andaluza difunden el mensaje de que "las especies invasoras no son ni buenas ni malas", sólo se encuentran "fuera de lugar, no tienen enemigos, medran y crecen más rápido de lo que les corresponde". El Servicio de Geodiversidad y Biodiversidad sólo actúa cuando "una especie invasora rompe el equilibrio ecológico y existe la certeza de que, actuando, se va a recuperar la situación previa a la invasión": "Hay batallas que se tienen que dar por perdidas desde ya", apuntan desde la dirección general de Gestión del Medio.
En este sentido, el catálogo nacional de especies exóticas invasoras incluye ejemplares plenamente extendidos en Andalucía, como la chumbera, presente en la región andaluza desde el siglo XVI. Su erradicación no es abordable, pero tampoco se puede salvar, ya que, por ley, no se puede actuar favoreciendo una especie que está en este catálogo. En la misma situación está la oxalis pes-caprae o vinagrillo (la flor amarilla presente en los olivares) y el cangrejo americano.
Esta última especie está muy extendida por la zona de Isla Mayor. Se trata de un conquistador nato, un invasor capaz de atravesar kilómetros de tierra seca, aguas estacionales o salinas, y dispuesto a comer de todo, incluso carroña.
Nativo del Golfo de México, el cangrejo americano fue introducido de manera intencionada en 1973 en la cuenca del Bajo Guadalquivir tras el descenso notable de las poblaciones autóctonas de cangrejo de río, muy demandado en el mercado por la calidad de su carne y perseguido por los aficionados a la pesca. El objetivo era que los pescadores capturasen ambas especies. Sin embargo, según explican desde la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio, en aquellos años se desconocía que este crustáceo era portador de un hongo que, aunque a él no le afecta, sí reblandece el caparazón de los cangrejos autóctonos hasta matarlos.
Los pescadores del estuario del Guadalquivir han hecho de esta especie invasora una fuente de ingreso y abastecimiento para la industriaagroalimentaria. Cada año se producen en la zona de Isla Mayor unos tres millones de kilos de cangrejo americano, que se exportan a EEUU, China, Francia y los países nórdicos. En cada campaña, las factorías de esta pequeña población marismeña alcanzan un volumen de negocio superior a los 20 millones de euros.
Hasta ahora, la Administración Pública no actuaba en esta zona, sólo lo hacía de forma puntual en provincias como Málaga y Jaén donde la presencia de este crustáceo aún es mínima. Pero esta situación puede cambiar tras la sentencia dictada el 16 de marzo por el Tribunal Supremo, que incluye al cangrejo americano en la lista que prohíbe la cría, posesión y comercialización de especies, a raíz del recurso presentado por SEO Bird Life, Ecologistas en Acción y otras entidades contra el Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras. Desde la Consejería de Medio Ambiente reconocen que aún ignoran cómo va a afectar esta medida al sector y qué decisiones se tomarán por parte de las administraciones.
La sentencia obliga la inclusión en este catálogo de otras especies como la carpa común, la trucha arco iris, el alga comestible wakame y la pataca o tupinambo (tubérculo comestible), entre otras. La presencia en esta lista conlleva la prohibición genérica de posesión, transporte, tráfico y comercio de ejemplares vivos o muertos, incluyendo el comercio exterior.
También están presentes en el Guadalquivir los camarones asiáticos -que llegaron, posiblemente, a través de los barcos procedentes de Asia y que se pescan de manera indiscriminada junto a los autóctonos- y el pez gato, que, pese a su alta proliferación, no supone un grave peligro, según confirman desde la Junta, ya que se ha convertido en una fuente de alimentación importante para garzas, cormoranes y otras aves que comen peces.
En Sevilla capital, el problema viene de la mano del picudo rojo y la cotorra de Kramer. Alrededor del 5% de las palmeras de competencia pública han desaparecido por culpa del picudo rojo (rhynchophorus ferrugineus), un escarabajo que coloniza estos árboles y acaba destruyéndolos. Esta cifra se multiplica por diez en el ámbito privado, donde las labores de prevención, bien por su elevado coste o por dejadez, han sido menores.
La plaga llegó a la Península Ibérica a través de Motril en 1993 en una partida de datileras procedente de Egipto. Durante unos años el foco de infección estuvo localizado en esta zona, pero acabó extendiéndose por todo el arco mediterráneo. A la provincia de Sevilla no llegó hasta 2007. El primer caso en la capital se detectó tres años más tarde, en abril de 2010, en una palmera de ámbito privado.
Este periódico ha intentado sin éxito contactar con el Ayuntamiento para conocer las acciones que se están llevando a cabo actualmente para el control de esta especie que se cebó con las palmeras de numerosos enclaves, como la Plaza del Duque, San Lorenzo, los Jardines del Valle o la muralla de la Macarena.
Jacinto Martínez, miembro de la Plataforma de Parques y Jardines de Sevilla, señala que la situación en la capital está más controlada que hace un par de años, aunque el problema ahora está en el Aljarafe. Además, este escarabajo ya no sólo ataca a las palmeras canarias macho. "El picudo rojo puede volar hasta cinco o seis kilómetros, no tiene barreras", explica Martínez. "En ciudades como Sevilla y Málaga, los tratamientos son efectivos pero, por ejemplo, en Portugal, no se están gastando ni un duro en prevención", critica.
La organización SEO Bird Life, por su parte, alerta de la expansión sin control de dos aves exóticas bastante ruidosas y agresivas, pero muy llamativas: la cotorra argentina y la cotorra de Kramer. Mientras que en ciudades como Málaga y Cádiz la colonia de la primera "alcanza proporciones de plaga", su crecimiento en Sevilla es más lento. José Carlos Sires, coordinador del grupo local de SEO Bird Life, admite que se desconocen cuáles son los factores de este comportamiento, aunque la presencia del picudo rojo podría ser una de las causas. "Las cotorras argentinas construyen grandes nidos en las palmeras y son más sedentarias. El picudo rojo debilita estos árboles y las cotorras no pueden anidar en ellas". Se calcula que en Sevilla capital puede haber entre 1.500 y 2.000 cotorras de Kramer. "Estos animales comen en la periferia, por el Aljarafe, pero vuelven a la ciudad para dormir", explica Sires. "Son vegetarianos y dañan los cultivos". Las mayores concentraciones de la cotorra de Kramer están en la zona del centro, Reina Mercedes, Parque María Luisa y la dehesa de Tablada, mientras que la argentina anida en la zona Macarena y el Parque del Alamillo.
La Junta de Andalucía confirma que esta especie invasora está ahuyentando al murciélago nóctulo -que tiene una importante colonia en el Parque María Luisa-, ya que ambos compiten por los mismos huecos grandes para anidar. Además, estas aves también se están apoderando de los nidos instalados para el cernícalo primilla, sobre todo en las inmediaciones de la Catedral.
En Argentina son consideradas una plaga agrícola y se atacan sin miramientos, utilizando incluso veneno. Aquí, se opta por pinchar los huevos, ya que se ha comprobado que estas aves son listas y observadoras, y las trampas o el robo de las puestas o su intercambio por huevos de plástico no funcionan, según apuntan fuentes de la Consejería de Medio Ambiente.
José Carlos Sires, de SEO Bird Life, alerta también de la presencia del llamado tejedor amarillo u obispo coronigualdo y del tejedor cabecinegro en los cultivos arroceros y en el Brazo del Este. "Son africanos, aves silvestres que se han adaptado muy bien a nuestro clima y que pueden destruir los cultivos y las plantas de la zona", explica. Estas especies también resultan muy llamativas, especialmente el macho del tejedor amarillo, que genera un vistoso plumaje durante el cortejo, pero que desaparece después.
La Administración andaluza pide la colaboración ciudadana para controlar la expansión de las aves exóticas y otras especies invasoras como la tortuga de Florida, evitando su adquisición o siendo responsables de su cuidado.
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