Mensaje desde Orfila para el Vaticano
Calle Rioja
Se reactivan en el Ateneo las iniciativas para conseguir la beatificación del jesuita Padre Tarín.
Lo destinaron a Sevilla para que descansara, y desde entonces no paró. A Francisco de Paula Tarín Andreu, valenciano de Godelleta, le encomendó la Compañía de Jesús que en 1898, coetáneo de Machado y de Unamuno, se hiciera cargo de la residencia de los jesuitas en la calle Jesús del Gran Poder.
Tres días después de su muerte en Sevilla en 1910, Pedro Poveda proclamó en Covadonga: "Ya tenemos un santo más". Ciento dos años más tarde, esa santidad sigue esperando. Antonio Egea, historiador, que ayer glosó la figura del padre Tarín en el Ateneo, ha conocido a tres vicepostuladores para la causa de su beatificación: Juan Manuel Valdés, compilador de sus pensamientos espirituales, Fernando García Gutiérrez, el cura jerezano que habla japonés, y el actual, Diego Muñoz Fernández, un misionero popular nacido en 1936 en Albanchez de Mágina (Jaén).
El próximo 12 de febrero, a las siete de la tarde, junto a la capilla de las Ánimas donde está enterrado, se constituirá la Asociación de Amigos del Padre Tarín que tendrá como sede el colegio Julio César. Al Vaticano ya han llegado informes clínicos del milagro que avalaría el proceso de beatificación. Estaba Manuel Ruiz Jurado, un venerado y venerable sacerdote que durante 25 años formó parte en Roma de la Congregación para las Causas de los Santos.
Tarín estudió Filosofía y Letras en Salamanca. Doctor tardío, tardío en el sacerdocio. Después quiso recuperar el tiempo perdido, afán proustiano que ilustró Antonio Egea. A las cinco de la mañana ya estaba dando la primera misa para una feligresía de albañiles, verduleras y campesinos. Confesaba hasta el rosario de la aurora. Recorrió más de cuatrocientos pueblos, fundó diez instituciones y sus exégetas revisaron las tres mil cartas de su correspondencia. Siempre arrastró una cojera que se produjo jugando al fútbol en El Puerto de Santa María.
En Sevilla no le gustó que los curas se pegaran a los pudientes. "Se fue con el pobre, el enfermo, el sencillo, el pecador", dijo Egea. Los masones le sabotearon más de un acto, en algún pueblo le soltaron un toro. El conferenciante lo contó en una institución que fundó un masón en 1887, el mismo año que se inaugura la iglesia del Sagrado Corazón de los jesuitas donde está enterrado Tarín. El libro de adhesiones a la causa de su beatificación -con testimonios personales que causan escalofrío por su crudeza y sinceridad- hubo que reponerlo varias veces.
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