Muñoz Molina ficha por Camerún

Calle rioja

Recuerdo. 25 años de un viaje literario de Sevilla a Granada que coincidió con la primera campaña autonómica de Chaves y el partido inaugural del Mundial de Italia 1990.

Francisco Correal

08 de junio 2015 - 05:03

LA portada de la revista era una curiosa visión de Sevilla, con la Giralda y la Torre del Oro rodeadas de palmeras y guacamayos. Una obra de Antonio de Araujo Pereira, un brasileño nacido en Salvador de Bahía en 1958 que firmaba con el sobrenombre artístico de Totonho. Era el número 13 de la revista cultural El Monte que dirigía Pedro Tabernero correspondiente a febrero de 1991. Entre los colaboradores de ese número figuraban Antonio Álamo, Lola Domínguez, Francisco Morales Padrón, Félix Machuca, Inma Puchal, Alejandro Sosa, Vicente Tortajada y Alfredo Valenzuela.

Está feo decirlo, pero la revista se abría con una entrevista a Antonio Muñoz Molina. El texto lo firmaba un servidor, las fotos eran de Atín Aya. El escritor de Úbeda tenía 34 años, tres hijos -Antonio, Arturo, Elena- y tres novelas. Hoy se cumplen 25 años de aquella entrevista. Nadie conmemora las bodas de plata de algo que forma parte de su trabajo cotidiano. En el caso de un periodista, hacer una entrevista es lo más natural del mundo. Pero pocas veces se dan las coincidencias que se dieron aquel día.

Pedro Tabernero no sólo dirigía la revista. Hizo también las veces de chófer. Salimos a una hora prudencial de Sevilla hacia Granada la mañana del 8 de junio de 1990. Hicimos una parada en Riofrío. Ese día comenzaba la campaña electoral de las autonómicas andaluzas, la primera a las que concurría, con ánimo de estar poco tiempo, el ex ministro de Trabajo Manuel Chaves, que iba a intervenir en Granada en el mitin de apertura. Y comenzaba el Mundial de Fútbol de Italia 90. Argentina, como campeón de la edición anterior (México 86), abría la fiesta contra Camerún.

Habíamos quedado con Muñoz Molina en el hotel Alhambra Palace. Nos esperaba bebiendo una cerveza y leyendo a Kipling en inglés. Hablamos, claro, de El hombre que pudo reinar. Llevaba 17 años, justo la mitad de su vida, en Granada, donde había obtenido la licenciatura en Historia del Arte. Una disciplina que comentó de pasada sólo para contar que cada vez que visitaba un conjunto monumental, fuera la Alhambra o la Mezquita, siempre salía con mucha hambre.

Ya colaboraba en los periódicos. Una dedicación que dio forma a sus libros El Robinson urbano y Diario del Nautilus. De su relación con el periodismo, dijo que había llegado a hacer un curso de taquigrafía por correspondencia. No sé un cuarto de siglo después cuántas entrevistas le habrán hecho a Muñoz Molina. Pero en ninguna otra un campeón del mundo de fútbol perdía el partido inaugural contra Camerún, gol de Oman Biyik.

Por generosidad de nuestros chófer, director y mecenas, lo invitamos a comer. Hablamos de fútbol. Nos reímos con sus imitaciones del actor Manuel Aleixandre, con su parecido con el actor Edward G. Robinson. Pilar Miró ya había decidido llevar al cine su novela Beltenebros, que rodaría en Polonia con la cantante Patsy Kensit en papel estelar. Casualmente, años después conocí a Owen Thompson, un tipo de Trinidad y Tobago que escribió un libro sobre el rodaje de esa película en la que trabajó de intérprete.

Un día que Muñoz Molina tenía intención de ver La carcoma de Bergman terminó viendo La muerte tenía un precio de Sergio Leone. Nos habló de la ecuación Granada / García Lorca, un binomio que dejaba mucho que desear si se comparaba con el de Dante con Florencia. Reveló una maldad literaria: le concedieron el Nacional de Literatura por El invierno en Lisboa por no dárselo a José María Guelbenzu, igual que se lo darían a Luis Landero para no dárselo a Javier Marías, hoy su compañero en la Academia de la Lengua.

Las fotos de Atín Aya eran espléndidas. Me emociona leer lo que Muñoz Molina decía de los colegas de Atín. "Los fotógrafos son fascinantes, muchas veces se enteran de más cosas que los periodistas porque los ven con su cámara y su parafernalia y nadie les echa cuenta. Les da igual estar delante de Fraga (igual pensaba en la foto de Pablo Juliá al de Villalba con su Vota PSOE), de un guitarrista de fama mundial o de un hombre que acaba de asesinar a su amante. Tento muchos amigos fotógrafos".

Nos despedimos de Muñoz Molina y convencimos a Pedro Tabernero para pernoctar en Granada y ver el partido. Granada se llenó esa noche de estudiantes africanos celebrando el gol de Oman Biyik a Pumpido. Las elecciones autonómicas fueron el 23 de junio. Ese día Camerún volvió a ganar, eliminando a Colombia en los octavos de final. El día 24 vi con Atín Aya y Diego Carrasco una inolvidable sesión continua: Brasil-Argentina y Alemania-Holanda. De ahí saldrían los dos contendientes de la final del 8 de julio de 1990. Con el mismo marcador (Alemania 1, Argentina, 0) que en Brasil 2014.

España fue eliminada dos días después por Yugoslavia, que el 92 sería descalificada de la Eurocopa de Suecia por la guerra de los Balcanes. El día que cayó España, Inglaterra apeó a Bélgica con gol de David Platt a Preudhomme a pase de Paul Gascoigne que por el parecido a uno que le marqué a Ángel Gámiz en Kendall me lo ilustró Diego Carrasco en la dedicatoria de su novela El tesoro japonés una noche que vino a cenar a casa con Atín Aya.

Recordamos muchas veces aquel viaje a Granada. Chaves ganó varias elecciones, estuvo varios Mundiales en el puesto. Con Muñoz Molina volví a coincidir en el partido inaugural del Mundial siguiente (Estados Unidos 94: Alemania, 1, Bolivia, 0, gol de Klinsmann) cuando presidía en el hotel Alfonso XIII el jurado que premió a su paisano Eslava Galán con el Ateneo de Novela por El comedido hidalgo.

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