Pentágono de calles en un pozo con leyenda
Metrópolis | Plaza del Pozo Santo
Crucero. En la plaza con una residencia del siglo XVII se ensancha el viario que nace en la calle Feria con el nombre de Aposentadores, cambia a Amparo junto a la capilla de Santa Marina y termina en José Gestoso ya como calle Misericordia
LA calle con tres nombres –Aposentadores, Amparo, Misericordia– es un bisturí que atraviesa este corazón coqueto de la ciudad y une Feria con José Gestoso a través de la plaza del Pozo Santo. Las calles son la lanza, la plaza el escudo protector. Sitiado por vándalos que merodean los fines de semana y dejan su firma en forma de botellas y orines. Una pena en el patrimonio del alma.
Diego Camacho llegó a Feria esquina con Aposentadores desde la calle Gamazo. “Sabía que con las Setas esto iba a coger mucho auge”. Es de Morón, tiene una tienda de antigüedades, oficio al que ya se dedicaba cuando de estudiante de Bellas Artes compraba muebles viejos, los pintaba y los vendía a las tiendas. Aposentadores. Entrada de Carruajes, se lee junto al nombre de la calle. “Se llama así porque ahí aposentaban los carruajes de los palacios. Esto en tiempos fue una casa de comidas donde los señores de los palacios le daban de comer a la pobredumbre”.
Desde la tienda sale la música de la guitarra de Salvador Andrades, tapada por completo por Tus ojos, bandido, de Azúcar Moreno, que lleva a toda pastilla un Dos Caballos, herencia de los viejos carruajes, que pasa junto a la Capilla de la Divina Pastora y Santa Marina. Historia viva. La hermandad es de 1730 pero sus cimientos los pusieron los sacristanes que en 1395 levantaron un hospital para atender a los que lo necesitaran. El origen de la calle Viejos, referencia al geriátrico más antiguo de Europa. “Más de seis siglos después, sigue cumpliendo esa función”, dice Andrés Martín, carpintero, hermano mayor de la Divina Pastora, con 225 hermanos. La imagen salió de Santa Marina en 1936 y llegó a la calle Amparo en 1992.
En Viriato, Aposentadores pasa a llamarse Amparo. En la calle que las parte nació Paco Gandía, tiene su taller Juan Manuel Miñarro y el Viriato lo pintó Emilio Pérez Romero, vecino y autor de un libro singularísimo para concer la zona, Autobiografía de una casa. Una casa que habla, como si fuera un relato de Cortázar.
Por esta diagonal se acorta en los recados. Manuel Álvarez Franco viene de Arroyo hasta Regina a arreglar unos cuchillos. La Bodega La Viña es de 1987, junto a una calle-plaza, Hita del Castillo. Junto a la bodega han encontrado indicios de unos baños árabes que explicarían, según el hermano mayor de la Divina Pastora, las humedades de la capilla.
La nómina impresiona. García Lorca, Dámaso Alonso, Tagore, Rimbaud, Ramón Gómez de la Serna, Borges (Jorge Luis y su hermana Norah), Marinetti, Rubén Darío, Antonio Machado, León Felipe... y un larguísimo etcétera de firmas que aparecieron en la revista Grecia entre el 12 de octubre de 1918 y el 1 de noviembre de 1920. “Aquí estuvo la revista Grecia bandera del Ultraísmo”, se lee en un cartel. 2019 es el cuarto centenario de la vuelta al mundo y el primero del Manifiesto Ultraísta. El sitio conserva el encanto. “Era la casa de Isaac del Vando Villar”, dice Amelia, sevillana de la calle Levíes, esposa de Sebastián Rodríguez Vázquez. Tienen un taller de encuadernaciones de artesanía. Joyas como un libro de viajes por España en francés. La casa tiene dos siglos de historia y antes fue una librería que regentó el padre de Sebastián, gaditanos los dos.
Curiosa esquina la que forman las calles Viejos y Don Pedro Niño. El taller de Antonio Ojeda Roldán, Artesanía de Madera, Tallas Doradas, mantiene los rótulos, pero se ha trasladado hasta la acera de enfrente, la de la revista Grecia, y lo lleva su hijo, Juan Antonio Ojeda. “Antes se producía para vender, ahora se trabaja por encargo”. Este tallista trianero fue testigo de uno de los episodios más singulares, digno de un relato de algunos de los firmantes latinoamericanos de la vanguardista revista Grecia.
“Yo tendría ocho o nueve años y veía al tigre asomarse por el balcón”. Ahora ondea una bandera de España y en la puerta un cartel ante el que se detienen muchos curiosos. “En un tiempo, en esta casa vivió un tigre”. Con tal motivo, el 20 de junio de 1916 “se regaló otra pantera a la familia de Contreras, como en sus armas figura...”. “Desde entonces, es ineludible tradición la de dar un salto cual acto reflejo, al terminar de leer este azulejo”.
“En esa casa vivía el director del Zoo de Jerez y el tigre era suyo”, cuenta Ojeda, que recuerda la expectación de los chiquillos que venían a ver al felino. “Era un tigre-cría, pero más grande que un mastín. Un día casi se carga una imprenta que había debajo”. (Actualmente, la tienda de vintage Bien Chiné, de Nines Gracia).
La música de Pasión Vega sale desde un balcón. Cinco calles confluyen en la Plaza del Pozo Santo: Amparo, Lepanto, Atienza, Jerónimo Hernández, Misericordia. En una casa de Atienza, estercolero oficioso de los faltos de escrúpulos, nació en octubre de 1933 Miguel Vázquez Garfia, músico, organista y subdirector de la Escolanía de los Seises.
Marta de Jesús y Beatriz de la Concepción, beatas de la orden de la Fraternidad Franciscana, con el dinero de Ana Castillo, fundaron en 1666 la institución del Pozo Santo “para mujeres impedidas”. Mujeres incurables, se lee en otra fuente. Félix González de León, en su libro Noticia Histórica del origen de los nombres de las calles de Sevilla, se remonta al nombre que impregna toda la zona, todo el recorrido.
El nombre de la plaza primero y después del convento y del hospital procede de “un pozo público en el cual por descuido casual cayó un niño”. A su lado había una pintura de la Virgen y no se sabe si por los llantos del niño o la encomienda de sus padres a la intercesión mariana, el caso es que “las aguas del pozo subían con el niño hasta llegarlo al brocal donde sus padres lo recogieron sano y salvo”. Historia a todas luces carente de racionalidad y rigor científico, que nunca se le pide a las leyendas, pero cargada de emotividad en un país que ha estado pendiente de un pozo y de un niño con el trágico final conocido por todos.
Un voluntario de la residencia del Pozo Santo sale a por un café al bar Los Dardos, aduana de encuentros y tertulias. Lo abrieron en 1980 Marcelo Jiménez y Manoli. “Estábamos de novios y ahora lo llevan los hijos”. Se conocieron hace medio siglo en un bazar de Torreblanca. Marcelo hizo la mili a bordo de la corbeta Nautilus y a la vuelta lo despidieron del bazar. Se reinventó. Se casaron el día de San Valentín de 1982. Dos varones. Dos infartos Marcelo y Manoli con el corazón encogido: uno de sus hijos, después de perfeccionar el inglés en Bristol, ha encontrado trabajo en Australia. Esperan en el bar a Paco Aguilar.
Concordato de calles entre Viriato y Madre de la Purísima
La calle empieza con un Carrefour Express en Aposentadores esquina con Feria y acaba en la plaza del Pozo Santo en un Supersol. La iglesia de la Misericordia, junto a la plaza de Zurbarán, tiene en la fachada sendas imágenes, ambas de cerámica trianera. Una Virgen de Guadalupe del Cavellar, patrona de Úbeda, con las fechas 1970 y 1983. Escoltada por dos ‘sandokanes’ de brazos cruzados. La otra, con una devoción situada en 1957 y 1959, es de Nuestra Señora del Mar. Diego Camacho discrepa de la teoría según la cual el nombre de la calle Feria se debe al Jueves, el mercadillo más antiguo de Europa. “Viene de Fira, palabra romana del mercado de tránsito. Por esta calle pasaban con sus mercancías camino de la Alfalfa y el Capitolio los romanos que venían en los barcos”. Al lado está la tienda de muebles Toro y Carmona. A la altura de la Capilla de la Divina Pastora y Santa Marina una parte de la calle transversal sigue llamándose Viriato y la que va a San Juan de la Palma es María de la Purísima. En la tienda de antigüedades de Diego Camacho todavía se aprecian restos de las contraventanas de hierro donde se despachaba el pan a los cocheros que atendían los compromisos de sus clientes.
También te puede interesar
Lo último
Contenido ofrecido por SO/Sotogrande Spa & Golf Resort
Contenido Patrocinado