Rimas y leyendas del Moncayo

calle rioja

Heterodoxia. En Sevilla está a la venta la Venta de los Gatos y en el Moncayo a Gustavo Adolfo Bécquer le hicieron una estatua, una ruta literaria y una fiesta de brujería.

Rimas y leyendas del Moncayo
Francisco Correal

01 de octubre 2013 - 01:00

RIMAS y leyendas. ¿Qué tendrá que ver Gustavo Adolfo Bécquer con el portero del Arsenal, con Julio Iglesias, José Antonio Labordeta y los amantes de Teruel? Hay un viento fantasmagórico del Moncayo que une referencias tan heterogéneas. Todo empezó el sábado por la mañana, escuchando en Radio 3 ese exquisito programa llamado Placeres Mundanos que conduce Orlando Lumbreras.

Esa mañana recibía a un invitado muy especial. Curro Fatás le hizo un regate a la crisis y después de ser el cantante del grupo Puturrú de Fuá, traslación aragonesa de la movida madrileña, trabajó para la Administración y finalmente se instaló en un pequeño pueblo llamado Trasmoz, donde montó con su mujer y su hija una cooperativa que se dedica a fabricar mermeladas, algunas tan sugestivas como la denominada Amantes de Teruel, que lleva mora, manzana, agua de rosas, cava y limón.

Trasmoz no tiene más de cien habitantes, pero tiene una densidad de historias muy superior a su densidad demográfica. Es el pueblo donde la ETA tuvo secuestrado al doctor Julio Iglesias Puga, padre del cantante, finalmente liberado el 17 de enero de 1982 y convertido en icono divertido, grouchiano, de los programas del corazón. El Ayuntamiento gobernado por el PAR (Partido Aragonesista Regionalista) al que pertenecía el cantante y diputado José Antonio Labordeta aprobó la rotulación de una calle Gol de Nayim en recuerdo al asintótico gol que en 1995 le dio al Zaragoza la Recopa contra el Arsenal. Los últimos minutos de esa final los disputó el sevillano José Luis Loreto, antaño futbolista del Sevilla, del Betis y por encima de ambas relaciones costalero de la Macarena.

Dejemos tranquilos a Labordeta y Julio Iglesias, que habrían formado una pareja mucho más explosiva que la de Serrat y Sabina, y centrémonos en el poso poético de este pueblo. Cada mes de julio Trasmoz elige a la bruja del año, una iconografía tratada en los libros de Julio Caro Baroja y en la última película de Alex de la Iglesia. Eso tiene mucho que ver con la inspiración de un poeta sevillano. El castillo de Trasmoz, edificio del siglo XII que preside el pueblo, tiene una estatua de Bécquer realizada por Luigi Maráez que se inauguró en el VII festival internacional de poesía del Moncayo. Leyendas de brujas y aquelarres ambientadas en ese castillo fueron escritas por el padre del romanticismo el tiempo que con su hermano el pintor Valeriano permaneció en la abadía cisterciense de Veruela, la misma en la que escribió Cartas desde mi celda y de lo que queda una ruta literaria.

Hay devoción por Bécquer en tan lejanos confines. No en los parámetros de ahora, que Zaragoza está a tiro de AVE y medio, pero sí en los de mediados del siglo XIX. En el vecino municipio de Tarazona hay un hotel y un restaurante que se llamaban Brujas de Bécquer, el mismo nombre de la Casa-Museo de Trasmoz. Esto contrasta con situaciones de su ciudad natal como que la Venta de los Gatos, donde el poeta solía parar para imaginar algunas de sus leyendas, está a la venta sin que ninguna instancia oficial se haya movido para recuperar ese espacio.

En Trasmoz le han metido un gol de Nayim (a Seaman, portero del Arsenal) a la pasividad institucional de Sevilla con sus hijos, por muy bien que los conserve amortajados en el panteón de Sevillanos Ilustres. En ese pequeño municipio, la editorial Olifante, nombre del instrumento que en todo Roncesvalles sonaba en la Canción de Roldán, ha tenido una iniciativa única en España. Siguiendo la huella de Bécquer, le compró al Ayuntamiento de Trasmoz un viejo edificio de piedra convertido en Casa del Poeta: Olifante regala un mes de alojamiento a poetas que hayan publicado algún libro en una editorial a cambio de que después cedan los manuscritos que escriban a dos pasos de la fábrica donde el ex cantante de Puturrú de Fuá hace mermeladas de txacolí, de tomate ligeramente picante al whisky, de mandarina y calabaza al Gran Marnier o una que haría furor en la patria chica del poeta, la mermelada temática del cofrade.

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